(Como dice Silvio Rodríguez: “Llover sobre lo mojado”)
Vicente Morín Aguado
En la mañana nos encontramos en los llamados “Cuatro caminos”, entronque de varios municipios de alta densidad poblacional, donde predomina la gente humilde: Centro Habana, La Habana Vieja, El Cerro y Diez de Octubre. Las imágenes nos guían:
Buscando si la situación es excepcional, caminamos calle arriba desde la esquina Belascoaín/ Monte, hasta llegarnos a la calle Matadero, donde nos esperan otros empleados con deseos de vender algo porque lo contrario es vivir el aburrimiento del hombre antes retratado:
Al fondo nos desean “feliz año”, sin saber si se refieren al próximo, al presente o al anterior, tal vez será la prometida felicidad de construir un socialismo próspero y sustentable. El letrero sobrevive en su lugar desde quién sabe cuándo.
Sin embargo, administrar la pobreza es un arte bien aprendido por la burocracia gobernante, al día siguiente tenemos una imagen diferente, ya que “de vez en cuando traen uno o dos cajones de cigarrillos”- le escucho decir a un camarero, quien le advierte a sus amigos: “esto se acaba rápido porque la ansiedad es mucha y la gente compra por cantidad”.
Al menos hay cigarrillos y el dependiente está ocupado. Bueno es recordar, de acuerdo a las estadísticas que pueden obtenerse en los murales de cualquier unidad gastronómica de La Habana, que la venta de cigarros, tabacos y bebidas alcohólicas suponen casi el 90 % del plan asignado a cada establecimiento de la gastronomía popular.
Por cierto, los tabacos tal como se llaman en Cuba- Cigars en inglés- andan perdidos de la red que vende a los pobres, son acaparados al momento, comprados por mazos de a 25 unidades- un peso nacional cada una- para revenderse al menos al doble de esta cifra fijada por el monopolio estatal sobre la mercancía, uno de los símbolos del país.
A la vista todo un moderno sistema de comunicaciones:
Mensajería electrónica, FAX, DHL líder mundial en paquetería a todo lo largo y ancho del mundo, fotocopias y…
No creo que la mujer de la foto ande creyendo en tantos anuncios bonitos, tal vez espere su turno para cobrar un giro o algo similar, siempre dentro del limitado horario del día, porque de 24 horas nada, esta oficina cierra al caer la tarde, ni siquiera garantiza eficazmente los telegramas de urgencia.
El cartel generalmente aparece en la mayoría de las oficinas públicas del país: habrá fumigación, destinada a combatir los vectores de diversas enfermedades contagiosas propias del trópico y por tanto la unidad interrumpe su horario habitual. En el caso visto, serán 3 horas y media a favor de los complacidos trabajadores.
Tal forma del NO carece de normativa reconocible, se aplica sin programación previa, seguramente hubo advertencia anterior pero los presuntos clientes no son adivinos, frecuentemente se enterarán ante las puertas del establecimiento.
El NO persigue nuestro destino desde hace medio siglo, se presenta siempre, aunque suele aparecer a intervalos, hay una extendida práctica de la sobrevivencia que nos deja tomar aliento entre una de estas crisis y la próxima, de tal manera, aunque no sea posible diagnosticar completamente la enfermedad, finalmente vivimos, sentimos, que estamos ante una dolencia crónica de la cual no podemos escapar.
Vuelvo a los poetas, recordando al cantautor amigo de Roque, quien últimamente se nos ofrece un tanto espantado de la realidad y digo con sus propias palabras que ¡vaya forma de saber que aún quiere llover sobre mojado!
Vicente Morín Aguado. vicentemorin@yahoo.com
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