Mientras los medios de prensa llevan años haciendo encuentros y congresos para llegar a la fórmula de un periodismo que muestre el país real, los guionistas y actores de Vivir del Cuento lo hacen cada semana, en clave de humor cubano.
La última presentación fue dedicada a la doble moral: unos científicos prueban un “suero de la verdad” con los vecinos de Pánfilo y estos comienzan a decir lo que ciertamente piensan, desde el negociante del barrio hasta el activista revolucionario.
Después de haber expresado sus reales puntos de vista sobre la corrupción de su dirigente político inmediato, un acongojado Facundo se lamenta afirmando que a partir de ahora ya no será nunca más un cuadro confiable. Sobran las palabras.
Ya en 1910, el sabio Fernando Ortíz aseguraba que “es muy común entre cubanos –y entre cubanos tenía que ser- que la opinión pensada y seguida en la esfera de la amistad, sea distinta y hasta opuesta a la proclamada y sostenida en público”.
Un siglo después esa característica sigue viva en la sociedad. Muchas veces las opiniones vertidas por los ciudadanos “en el lugar y en el momento adecuado” no se corresponden con los verdaderos pensamientos y sentimientos expresados en la vida cotidiana.
“Para qué voy a buscarme problemas si al final termino siempre haciendo lo que me parece”, me dijo hace poco un buen amigo. Y es cierto, el cubano puede evadir el enfrentamiento verbal con la autoridad, pero eso no quiere decir que acate las órdenes.
Si el salario no le alcanza se lleva cosas de su trabajo para vender en el mercado negro. Si le prohíben comprar una casa hace falsas permutas. Si le impiden abrir bares, los abre con licencia de restaurante. Si no hay mercados mayoristas, importa desde Panamá.
Como decía el protagonista del film Juan de los Muertos, al cubano solo le hace falta que le den un “filito” para colarse por ahí. Al final cada uno hace lo que le da la real gana, pero ese mecanismo deja a la sociedad sin capacidad de estructurar políticas.
El robo en las empresas estatales, por ejemplo, ha sido la base de la sobrevivencia de muchos. Un estudio del 2015 sostiene que “el 96 % de los hogares registraron ingresos per cápita iguales o menores de $420 pesos (25 pesos = 1 USD), en tanto el gasto mensual declarado por cada familia era de $ 1,955”.
El Gobierno afirma que no puede subir los salarios sin un previo aumento de la productividad, pero seguramente ya está pagando más de lo que cree. La diferencia de $ 1500 que existe entre ingreso y gasto familiar muestra cómo el robo multiplica panes y peces.
Es imposible planificar una economía e incluso la actividad de una empresa sin saber cuánta materia prima y productos “desaparecerán” cada semana. Tampoco crecerá la productividad mientras el “reparto de las riquezas” se desarrolle de forma anárquica.
Sin embargo, este no es solo un asunto económico o político, acompaña a Cuba desde la colonia, cuando los esclavos simularon adorar a los Dioses de los blancos. Continuó en la politiquería de la época republicana y se enraizó en la unanimidad socialista.
Quien ahora beba el “suero de la verdad” que ofrece Pánfilo tendrá muchos problemas, pero podrá vivir en armonía consigo mismo, diciendo lo que realmente piensa y actuando en consonancia. Solo así es posible participar en la construcción de su propio destino y por extensión en el de toda la nación.
Un ejemplo del programa “Vivir del cuento”
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