En lugar de ir hacia atrás hay que avanzar en la democratización

Por Pedro Campos

La Avenida Zapata. Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES — Parecía que el gobierno cubano había entrado en una etapa diferente, desde que Raúl Castro había asumido la Presidencia, iniciando un proceso de actualización del modelo de socialismo cubano y llamando a la unidad en la diversidad.

Sin que se hicieran cambios de calado en el modelo, en la Presidencia del menor de los Castro se tomaron algunas medidas que abrieron nuevos espacios de vida a los cubanos (eliminación de la escuela al campo, más apertura al cuentapropismo y el cooperativismo, apertura del turismo a los nacionales, telefonía celular, algo de internet, nueva ley migratoria y otras) y se aprobaron nuevos lineamientos para el Partido que apuntaban a una diversificación de las formas de producción “no estatales”.

Raúl llamó a la gente a participar, a dar sus opiniones, sin importar las discrepancias sobre los lineamientos del VI Congreso.

Y, trascendente, se inició un proceso de normalización de relaciones con EEUU que llegó al restablecimiento de relaciones diplomáticas. EEUU no sería más el enemigo sino el país vecino con el que queríamos colaboración, intercambio y relaciones amistosas.

Sin embargo, ahora, el Presidente de la UNEAC, Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, a propósito de una discusión en el ICAIC sobre una película del realizador Carlos Cremata, en la que estaban algunos periodistas y figuras independientes, declara que los espacios de los intelectuales no deben contaminarse con la “contrarrevolución” y nos recuerda aquel memorable, por excluyente, discurso de Fidel en 1960 donde se delineaba la política cultural de “la revolución” bajo el slogan “dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada”. Un día antes la dirección del ICAIC había hecho una declaración en el mismo sentido.

Cuesta trabajo desligar estas declaraciones, de una serie de fenómenos que han venido ocurriendo en el país: el incumplimiento de los acuerdos del VI Congreso, la práctica paralización del proceso de normalización de relaciones con EEUU, con las exigencias de que se elimine la Ley de Ajuste Cubano, el levantamiento de todas las medidas del bloqueo-embargo y la devolución de la Base de Guantánamo.

Y, últimamente, la crisis de los emigrados cubanos “campo-traviesa” en Centroamérica, creada por el cierre de la frontera nicaragüense para los cubanos en Costa Rica y aderezada con la decisión del Ecuador de pedir visa a los cubanos que desean visitar ese país y la restauración del permiso de salida de Cuba para los profesionales de la medicina.

Es como si se hubiera puesto un freno, a los intentos de reformas del gobierno de Raúl Castro.

Esta situación viene acompañada de eventos significativos en la región latinoamericana; el gobierno peronista aliado de Cristina Fernández perdió las elecciones ante la oposición. Otro importante aliado, el gobierno de Dilma Rousseff en Brasil está bajo fuerte ataque del congreso. Venezuela enfrenta una grave crisis económica por la caída de los precios del petróleo que parece prolongarse y hoy domingo el chavismo enfrenta unas difíciles elecciones parlamentarias, en las que presumiblemente podría perder el voto popular, aunque tampoco está claro si gane el control de la Asamblea Nacional. En Ecuador las aspiraciones de Correa de ser reelecto indefinidamente, no parecen contar con el apoyo mayoritario del pueblo.

Todo indica que ante la crisis que afrontan el ALBA y los gobiernos aliados de la región y su incapacidad para lograr lo que pretendía con la “normalización” de relaciones con EEUU (liberación de mecanismos que permitieran una llegada de dinero fresco y abundante norteamericano para engrosar e invertir en los negocios del estado) el gobierno cubano empezó a dar marcha atrás, en la creencia de que necesita encerrarse, de nuevo, en la “plaza sitiada” como vía para poder defender el poder de la elite gobernante y preservar su modelo “ socialista”, de carácter estatal asalariado centralizado, en verdad una forma de capitalismo monopolista de estado.

Este camino conduce al aislamiento internacional, a la profundización de la crisis económica interna y al aumento de la represión al pensamiento diferente dentro del país.

El gobierno cubano debería comprender que ya no estamos en 1960, que no existe ninguna URSS ni campo socialista dispuesto a una gran ayuda económica ni una solidaridad internacional incondicional y que el pueblo cubano tampoco es el mismo. El pensamiento diferente al oficial y las ansias de cambios políticos y económicos han crecido y madurado. Aunque caro, tenemos internet y telefonía celular con lo cual hay comunicación instantánea con todo el mundo.

Un intento de vuelta al cierre de los años 60-70, puede ser desastroso para el propio gobierno. Si hace tiempo desde la Izquierda Democrática venimos demandando un diálogo nacional amplio, inclusivo y transformaciones democráticas en la política y socializantes en la economía, hoy creemos que ese rumbo hacia atrás es contraproducente y se hace más necesario que nunca la apertura a un proceso de democratización con la anuencia del propio gobierno.

No está de más recordar aquí los dos primeros, de cinco puntos, del llamamiento al fortalecimiento de la Izquierda Democrática, dado a conocer el 13 de marzo pasado.

1- Creación de un ambiente de distensión y concordia que lleve al establecimiento de un Diálogo Nacional inclusivo, al reconocimiento de las libertades fundamentales; a una nueva Constitución fruto de la creación y discusión colectivas y horizontal del pueblo cubano, aprobada luego en referendo; a una nueva ley electoral democrática, y al establecimiento de un estado moderno de derecho con plena transparencia funcional e informativa, bajo control popular, con autonomías municipales, presupuestos participativos en los diferentes niveles y el sometimiento a referendo de las leyes que afecten a todos los ciudadanos. En fin la República Democrática humanista y solidaria, con plena justicia social, donde rijan integralmente los principios consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos y en la que quepamos todos.

2- Una nueva política económica, que partiendo de la aceptación de todas las formas de producción modernas, estimule preferentemente, con apoyo público y privado, el trabajo libre, de tipo autogestionario, individual o asociado (cuentapropista, cooperativista, mutualista, la cogestión obrera estatal y/o privada, y demás variantes), hacia el empoderamiento ciudadano de sus condiciones de existencia y reproducción, camino a la más amplia socialización de la propiedad y la apropiación de los resultados del trabajo, de manera que todos los ciudadanos disfruten de su propiedad individual o colectiva, sin interferencia de ningún tipo y sin hacer daño a terceros; resuelva los graves problemas de pobreza creciente que afrontan los jubilados, las madres solteras y los discapacitados, así como las demandas de los jóvenes. Particularmente la generalización inmediata de Internet como un derecho inalienable al desarrollo.

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