Por Osmel Ramírez Álvarez
HAVANA TIMES — Es bien sabido que la ideología oficial de la Revolución Cubana ha sido y es el marxismo-leninismo. Hasta los 90 existía un compromiso férreo con esa doctrina, muy generalizado en todos los aspectos de la vida del país, pero la situación ha cambiado desde entonces, poco a poco y por diversas causas.
Hasta era habitual usar frases marxistas en los discursos o en cualquier disertación coloquial: “Subjetivo y objetivo”; “dialéctico o antidialéctico”; “las contradicciones generan desarrollo”, y así por el estilo. Muchos cursos filosóficos para todo el mundo y hasta en la sopa salían esas cosas. Aunque la filosofía es una materia tediosa para la mayoría de las personas, nadie se negaba, por el riesgo real de ser tildado de tener “problemas ideológicos”.
Pero aquella euforia doctrinal ha menguado muchísimo y un primer signo es que han desaparecido del argot cotidiano las frases marxistas. Ya no lucen tan apropiadas como antes y, al parecer, dejaron de exigirlas. Incluso hasta el hábito de torturar al pueblo con discursos extensos y repetitivos quedó atrás, no solo al máximo nivel del Estado, también en la base.
Si a todos los militantes del PCC se les hiciera un test sobre el marxismo-leninismo ahora mismo, sin avisar, sería interesante ver cuántos lo aprueban: muy pocos, estoy seguro. Lástima que no podamos hacerlo y demostrar la farsa. Son comunistas y no tienen ni idea de qué cosa es realmente el tipo de socialismo que apoyan y defienden.
Se puede apreciar en un marco estrecho, conversando con la gente, buscando su discurso íntimo. La mayoría de los cuadros directivos, administrativos y políticos, son comunistas por inercia, por conveniencia y hasta por impotencia. Si se permitiera mañana mismo en Cuba la libertad de asociación política y se instaurara la democracia, muchos de los militantes del PCC desertarían hacia otras organizaciones.
Es por eso que podemos afirmar que la ideología oficial de la Revolución continúa siendo el marxismo, pero solo formalmente. En la práctica desde hace tiempo ha sido trocada por “algo más” que se ha generalizado y calado en el comportamiento de todos los actores sociales en Cuba: se trata de la hipocresía.
Aunque evidentemente no es una ideología en sí, actúa como tal, y nos duele a los buenos cubanos que una actitud tan negativa se apodere masivamente de nuestro comportamiento. Es consecuencia de la necesidad de sobrevivir en un sistema totalitario y asfixiante como el que tenemos. Es algo en verdad muy aberrante y retorcido, encuadrado en la pérdida de valores que padece nuestra sociedad contemporánea.
Se hace patente en todos los momentos de nuestra cotidianeidad, pero ciertamente en algunos es más sobresaliente y vale la pena mencionarlos:
Son innumerables los ejemplos y sería interminable la lista. Por todos lados se evidencia la granhipocresía del sistema político cubano: el doble discurso, la doble imagen y la doble moral. Atrás quedó ese profundo concepto martiano que asevera: “Un hombre que oculta lo que piensa no es honrado”. En la Cuba revolucionaria quién dice lo que piensa no tiene espacio ni siquiera para decirlo. ¡Es casi imposible ser honrado!
“Solo los más capaces sobreviven” y los más capaces en Cuba no son los más inteligentes o los más pragmáticos: “son los más hipócritas”. Entre más finges y más hábil eres para “bañarte y guardar la ropa”, más asciendes. No cabe duda que el marxismo quedó relegado y se yergue por encima la hipocresía; en vez de marxista hoy se es hipócrita, porque admitir una ideología distinta sigue siendo peligroso y la mayoría no se atreve.
Otra mancha para ese oscuro expediente nacional que bien podría llamarse: “Las conquistas negativas de la Revolución Cubana”.
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