Lo que debiera saberse en Cuba de Miami (2)

Libertad de información en un mundo inalámbrico

Vicente Morín Aguado

Miami-Dade Metromover

HAVANA TIMES — Como se sabe, en Miami conté con la amabilidad de un anfitrión inesperado, quien me permitió, entre otras cosas, conocer varios de los centros comerciales de la ciudad.

Estaba preparado para la enormidad de los almacenes, poco me impresionaron las ofertas impensables en Cuba, sin embargo, quedé impactado por un hecho sencillo: Accedí a mi página de Havana Times desde una tableta en venta mientras curioseaba dentro de una tienda especializada en equipos electrónicos.

Los dependientes no mostraron asombro o alarma, solamente me ofrecieron sus servicios si deseaba conocer algo específico de los artículos en venta. Pasé de largo, usé los teclados de otras Lap tops igualmente ofertadas al público, aprovechando para leer algo del Diario de Cuba, de Café Fuerte, inclusive, la tentación puede llevarnos a la muerte, de Martí noticias.

Días atrás, luego de disfrutar un lindo amanecer en mi habitación del piso 18 del Hilton, uno de esos cubanos llegados a la ciudad allá por “los sesenta”, consiguió hacerme ahuyentar el suculento desayuno buffet del hotel, cambiado por recorrer el centro de la ciudad a bordo del monorraíl conocido allí como Metromover.

Se trata de un trencito sencillo, parece de juguete, a veces un solo vagón y otras hasta tres, automático porque no hay chófer, capaz de mostrarnos la urbanización original de Miami a lo largo de tres circuitos interconectados, viaje libre de pago porque al decir de mi guía ocasional, el sistema favorece descongestionar el centro urbano del excesivo tránsito, incluyendo los molestos pero obligados parqueos de automóviles.

Cualquier cubano quedaría impresionado ante aquellos edificios monumentales, contamos 70 plantas en uno de ellos, ¡y eso que no estábamos en Nueva York!, no obstante, vuelto a la cotidianeidad, observé a los pasajeros inmersos en sus teléfonos de múltiples funciones, navegando libremente en internet cuando apenas el sol calentaba a la ciudad.

Supe por mi guía, corroborándolo después con varios letreros impresos en los vehículos, que el WI FI, cuya traducción sería conexión inalámbrica, es un servicio gratuito de internet, libre de accesos bloqueados por el gobierno, disponible en todos los transportes públicos de la ciudad, agrego los ómnibus y el metrorrail, porque en esta inmensa urbe junto al mar no es factible el ferrocarril urbano subterráneo.

WiFi

De paso una oportuna aclaración: Aunque los datos de varias enciclopedias adjudican al centro de Miami no más de medio millón de habitantes, hay coincidencia en más de cinco millones en cuanto al total de su área metropolitana, ubicándola entre las más importantes urbes de los Estados Unidos. Dejo a un lado información adicional relacionada con el destacado lugar de esta ciudad dentro de la economía del primer país del primer mundo.

Finalmente la generosidad del amigo conocido, no quiero abusar de su nombre, no viene al caso, me permitió visitar los más variados sitios de Internet en su casa. En sí esto no es noticia, para mí fue impresionante que, refrescando en el balcón del edificio, parte de un sencillo apartamento de dos cuartos con un solo baño, ¡vaya!, lo que puede pagarse un maestro de secundaria, probé mi flamante tableta recién comprada, revisando una vez más mi correo electrónico, ocasión para responderle a mi amigo Isidro y al no menos considerado Bobo de Abela.

He vivido lo más cercano a un mundo inalámbrico, donde el WI FI está en todas partes. Descargué unos 20 mil libros de una biblioteca pública digital; todavía espero por instalar la aplicación necesaria para abrir estos archivos, disponibles allí, incluyendo los textos sagrados de Marx, Engels y Lenin.

De vuelta en La Habana, hacer WI FI implica pagar una elevada suma en pesos convertibles la hora, cuota establecida por el monopolio estatal sobre las comunicaciones. La regla puede ser burlada pagando una cifra considerablemente menor al precio oficial, opción escogida diariamente por una buena cantidad de personas, jóvenes estudiantes en su mayoría.

Ahora me pregunto por qué en mi país, donde se proclama la libertad de información como un derecho del pueblo, no se destinan los recursos mínimos capaces de darles a todos los ciudadanos estas facilidades, de poco costo al compararse con otros gastos enormes que actualmente cargan el presupuesto estatal.

Estaríamos ante una auténtica demostración de socialismo.
—–

Vicente Morín Aguado: morfamily@correodecuba.cu

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