La revolución pacífica dominará el mundo

Por Elio Delgado Legón

HAVANA TIMES — Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos emergió como la única gran potencia con capacidad y pretensiones para dominar el mundo.

La Unión Soviética había perdido 27 millones de sus hijos, entre militares y civiles, y sufrido una gran destrucción, y Alemania, que hasta entonces era quien intentaba la hegemonía mundial, había sido derrotada.

El chantaje nuclear, después de lanzar, sin ninguna justificación, las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, le garantizaban a Estados Unidos la superioridad bélica, pues la económica estaba asegurada al hacer su entrada en la guerra tardíamente, después que el conflicto había causado una gran destrucción en Europa.

Con este panorama, estaban dadas las condiciones para imponer en muchas partes del mundo, y sobre todo en América Latina, gobiernos dóciles, que respondieran a los designios del naciente imperio.

Duvalier en Haití, Trujillo en Santo Domingo, Somoza en Nicaragua y Batista en Cuba, eran algunos de los más antiguos dictadores, que contaban con el apoyo del gobierno norteamericano.

El triunfo de la Revolución armada en Cuba y el avance de la lucha en Nicaragua, mostraban claramente que esa era la vía idónea y posiblemente la única capaz de traer a nuestros pueblos oprimidos la revolución social que necesitaban.

Todos los intentos de ganarla mediante las urnas, realizados hasta ese momento habían terminado en golpes de estado, más o menos cruentos, que entronizaron crueles dictaduras, con el apoyo incondicional de Estados Unidos.

La cárcel, la tortura, los asesinatos políticos y las desapariciones fueron el día a día en cada uno de los países dominados por dictaduras. Los adversarios políticos corrían alguna de estas suertes.

Ante este panorama, no era posible pensar en otra opción que no fuera la lucha armada. El último intento de lograrlo por las urnas se dio en Chile y terminó en un sangriento golpe de estado, el asesinato del presidente Salvador Allende y la implantación de una feroz dictadura de corte fascista, que costó miles de vidas al pueblo chileno.

Toda esta trágica situación, tuvo, sin embargo, un saldo negativo para los defensores y los beneficiarios de esos regímenes: la concienciación de los pueblos, que vieron claramente dónde estaban los amigos y dónde los enemigos.

Las dictaduras se hicieron insostenibles, ante el empuje de las masas, y tuvieron que ir cediendo espacio a la democracia. Los pueblos de América dijeron “nunca más,” y hoy es impensable implantar otra dictadura en el continente.

Pero la concienciación trajo consigo también otra visión política, que permite a las masas explotadas definir dónde están los opresores y dónde los defensores del pueblo.

El fracaso rotundo del neoliberalismo agregó un ingrediente más a las conciencias, que han visto en los gobiernos de izquierda la única solución posible a su precaria situación.

Al triunfo de Hugo Chávez en Venezuela, y los cambios positivos que ha significado para su pueblo, le han seguido otros como Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Daniel Ortega en Nicaragua y los demás gobiernos de izquierda y nacionalistas, que han mostrado claramente dónde está el camino.

La represión a los movimientos sociales e indígenas en otros países no han hecho más que profundizar la conciencia de los pueblos en el conocimiento de hacia dónde deben ir, y la necesidad de llevar adelante la revolución pacífica que antes no fue posible y que más temprano que tarde dominará el mundo.