La política de Trump con Cuba: mala para los cubanos y los negocios

Por Roberta Braga*

Donald Trump anunciando en Miami su nueva política hacía Cuba. Foto: AP

HAVANA TIMES — Dos semanas después de que el presidente Donald Trump notificara un repliegue en las políticas de los Estados Unidos hacia Cuba, desde el mismo corazón de la Pequeña Habana, de Miami, las corporaciones estadounidenses están desconfiadas y paralizadas, preguntándose cómo se traducirá este anuncio en regulaciones a lo largo del próximo mes.

Cuando aparecieron rumores de que Trump anunciaría un cambio en la política existente, muchos esperaban una revocación enérgica de la apertura llevada a cabo en la era de Obama. Lo que realmente ocurrió fue una propuesta moderada para bloquear los fondos entrantes que pueden beneficiar a los militares cubanos y las limitaciones en los viajes de pueblo a pueblo de los Estados Unidos hacia la Isla, a menos que estén organizados en grupo por un tour operador autorizado.

Presionar al Gobierno cubano para que respete los derechos humanos parece estar en el corazón de las motivaciones de Trump con respecto a Cuba. Pero aunque su cambio de política pudo haber sido bien intencionado, el enfoque blanco y negro de esta cuestión es el reflejo de anticuadas y polarizadoras narrativas de la Guerra Fría.

Probado ineficaz para detener las violaciones del Gobierno cubano durante 54 años, un retroceso de la apertura después de solo dos años y medio de compromiso es imprudente y perjudicará a las empresas estadounidenses y, quizás más importantes aún, a los empresarios cubanos que son fuentes de cambio en la Isla.

Aunque no es lo más amplio posible, la directiva de Trump en Cuba no tiene en cuenta las complejidades -en este caso relacionadas con la naturaleza de la actividad económica en la Isla. Pocas partes de la economía cubana son completamente independientes del control estatal.

El Grupo de Administracion Empresarial, conocido como GAESA, posee aproximadamente el 60 por ciento de todo el comercio, incluyendo restaurantes, carros de alquiler e importaciones. Encabezado por Luis Alberto Rodríguez, yerno de Raúl Castro, esta entidad está en el centro de los sectores públicos y privados de Cuba y lo seguirá siendo en el futuro previsible, ya sea que Estados Unidos tenga presencia aquí o no.

Inevitablemente, las inversiones procedentes de los Estados Unidos en Cuba ponen algo de dinero en manos de GAESA. Pero, más dólares benefician a los cuentapropistas cubanos o empresarios. En ellos es donde reside la oportunidad de cambio.

La gran afluencia de turistas estadounidenses ha abierto caminos para nuevos empleos en el país. Con 22.000 propiedades en la lista, Airbnb es un ejemplo destacado de esta ola de oportunidades. Con el espíritu de emprendimiento en aumento, retroceder en el compromiso ahora demostrará ser perjudicial para la capacidad de los cubanos de tener más poder y abogar por el cambio.

En lugar de lograr los resultados esperados, las limitaciones probablemente asustarán a las empresas norteñas que buscan invertir en Cuba, sofocando la continua transición a la reforma que tanto los cubanos como los estadounidenses buscan.

Entonces, ¿qué pueden hacer a continuación los negociantes y políticos estadounidenses?

La esperanza está en influir en el proceso regulatorio que pronto comenzará y que expondrá exactamente cómo será promulgado el anuncio del presidente. Según la política, los departamentos de Comercio y Hacienda definirán la naturaleza exacta de las prohibiciones de las transacciones financieras con los servicios militares de inteligencia y seguridad.

Aquí, estas dependencias deben generar directrices claras y específicas que eviten la incertidumbre y la confusión – la ambigüedad en el lado de la regulación será perjudicial para las empresas que buscan incursionar en el mercado.

Las medidas deben identificar estas limitaciones con precisión. Si la Administración planea anunciar una “lista negra” de empresas ligadas al ejército cubano, debe hacerlo con cuidado y consideración, explicando cómo se medirán esos lazos.

¿Los turistas estadounidenses pueden comprar en tiendas de souvenirs de propiedad militar? ¿Pueden alquilar un carro de una empresa estatal? Tales preguntas deben ser contestadas.

¿El dinero se detiene aquí?

Aunque esta nueva reversión tiene pocas posibilidades de lograr un cambio positivo a largo plazo, la Administración Trump debe dejar que el polvo se asienta en Cuba antes de revolver la olla de nuevo. No puede esperar que estas medidas cambien las posiciones del Gobierno de la noche a la mañana. Pero lo que es más importante, no debería crear o dejar de crear ondas de incertidumbre para los negocios de los Estados Unidos.

La ruta para el cambio en Cuba no es el camino de una mayor resistencia. Estados Unidos ya ha probado eso, y claramente fracasó.

Si lo que el Gobierno de Trump quiere es afectar los derechos humanos en la Isla, y proporcionar ventajas al sector privado, debe permitir que las empresas afecten el cambio desde abajo hacia arriba. La respuesta es más compromiso – y, si las limitaciones han de ser promulgadas, por lo menos deben ser claras y consistentes.
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*Roberta Braga es asistente de programa en el Adrienne Arsht Latin America Center del Atlantic Council. Ella escribió este texto para InsideSources.com.

Traducido por Havana Times.

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