La lucha invisible de un grupo opositor cubano

Haroldo Dilla Alfonso

HAVANA TIMES — La Unión Patriótica de Cuba –UNPACU- es sin lugar a dudas la organización con una membrecía más extensa y un activismo más intenso en la oposición cubana.

Particularmente fuerte en el extremo oriental, sus actividades han pasado a ser partes del paisaje político de ciudades del suroriente cubano, y han entrado en campos muy diversos, de manera que junto a las marchas de protestas, han realizado acciones recreativas y de asistencia a sectores vulnerables. Rechaza explícitamente la violencia y propone una transición democrática apoyada en la reconciliación política.

No obstante, UNPACU tiene poca visibilidad. Creo que por dos razones.

La primera es que sus líderes, encabezados por José Daniel Ferrer, son personas de pocos rebuscamientos, ideas directas, nada especulativas y que rehúyen el show publicitario. Ferrer es uno de los presos políticos que en 2010 se negaron a abandonar el país tras la liberación/destierro pactada por el gobierno de Raúl Castro con la iglesia católica. Y por tanto no tiene posibilidad de viajar al extranjero, espacio que ha resultado una caja de resonancia importante para la actividad opositora. El gobierno cubano ha decidido hacer de Cuba una cárcel para Ferrer.

En segundo lugar, la actividad de UNPACU tiene lugar en el oriente cubano, una zona históricamente aguerrida, pero donde, me recordaba un amigo, no hay embajadas, organismos de cooperación, ni prensa internacional que obliguen al gobierno cubano a mantener alguna cuota de pudor cuando de reprimir opositores se refiere. Allí la represión es más dura y violenta, y los reportes recibidos indican abusos físicos y morales contra cientos de activistas detenidos en varios puntos de la región. Las casas de los opositores son apedreadas y embadurnadas con sustancias nocivas. Y sus actividades, como ocurrió recientemente con algunas fiestas infantiles, son interrumpidas agresivamente por la policía y por bandas progubernamentales que escenifican los tristemente célebres mítines de repudio.

La represión contra los opositores cubanos, y en particular contra UNPACU, nos obliga moralmente. Creo que no es posible ser política o intelectualmente honesto guardando una distancia aséptica frente a ellos. Esta es, desafortunadamente, la actitud de una buena parte de los intelectuales cubanos que han preferido gozar del consentimiento gubernamental a cambio de una crítica suave y puntual, como si suaves y puntuales fuesen los problemas de Cuba.

Es también la actitud de un segmento considerable del mundo político de izquierda y progresista en América Latina que sufre una calamitosa retinitis política que le permite condenar en sus países lo mismo que apoyan en Cuba: la represión antidemocrática, la depauperación social y la emigración como único recurso.

La represión contra los opositores cubanos debe cesar. Los activistas de UNPACU tienen absoluto derecho a manifestarse en las calles e intentar cambiar al gobierno y al sistema. No me importa ahora si hacia la derecha, la izquierda o el centro: tienen derecho porque son cubanos. La calle no es, como dicen los gavilleros progubernamentales, de Fidel, sino de todos. Como la Patria, es de todos.

No hay excusas para justificar los desmanes del gobierno de Raúl Castro: la decencia obliga a exigir el cese de la represión.

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