Guantánamo, ya es hora de terminar el contrato de arrendamiento

Por John Perry*

La base naval de Guantánamo. Foto: Bil Mesta

HAVANA TIMES – A todos los que alegan que únicamente un cambio de régimen y el reconocimiento pleno de los derechos humanos en Cuba debería preceder cualquier acuerdo, sin duda, se les ha ido abajo sus argumentos.

Este mes se cumple el 112 aniversario de la firma del contrato de arrendamiento de la base naval de Guantánamo entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos. Durante, al menos, la mitad de este período, la base no ha sido bienvenida en Cuba, y es hora de que Estados Unidos elabore un calendario para devolver este pedazo de tierra a los cubanos.

Las actuales negociaciones entre los dos países son una excelente oportunidad no solo para reconocer la injusticia del contrato de arrendamiento, sino también para que Estados Unidos consiga dos de sus propios objetivos sobre la base y sobre Cuba. Hasta el momento, la cuestión ni siquiera está sobre la mesa, pero debería estar.

La legalidad de esta y, especialmente de la prisión de GITMO ha estado en duda durante mucho tiempo. Para empezar, el contrato original era para una base naval y una carbonera, no una prisión, y excluye explícitamente el uso de la tierra para cualquier otro propósito. Pero a primera vista, tan pronto se estableció allí la prisión, fue violado el contrato de arrendamiento. Pero la dudosa legalidad del contrato se remonta incluso a antes de que fuera firmado.

A finales del siglo XIX, Cuba se convirtió en una colonia virtual de Estados Unidos cuando esta última ganó la llamada guerra hispano-americana. Al principio el país norteño obtuvo el apoyo de los cubanos con la promesa (a través de la ‘Enmienda Teller’) que tendría un papel temporal y entonces ‘dejaría el gobierno y control de la Isla a su pueblo’.

Pero lo que debió ser la etapa final en la guerra de independencia de Cuba se convirtió (según Richard Gott) en una dictadura militar de Estados Unidos que duró cuatro años, hasta 1902. Cuando los cubanos dieron muestras de querer la independencia, pensaron que ya habían ganado, pero se les permitió solo después de ser humillados con la aceptación de la ‘Enmienda Platt’.

Efectivamente esto no cumplió las promesas anteriores, estableció el derecho permanente de Estados Unidos de intervenir cada vez que sintiera necesidad de hacerlo, y particularmente obligó a Cuba a arrendar tierras para ‘carboneras o estaciones navales’. A la vista de esto, la Enmienda Platt legitimó una serie de intervenciones militares durante este período hasta 1923 y allanó el camino para que se realizara el contrato de arrendamiento de Guantánamo.

Aunque esta fue derogada en 1934, fue sustituida por un nuevo tratado que permitió que la base naval se mantuviera de manera indefinida. El mantenimiento de Guantánamo en manos de Estados Unidos se reforzó aún más con la Ley Helms-Burton de 1996: esto convirtió la devolución de este territorio en una condición para el cambio de régimen en Cuba.

Sin embargo, esto no significa que mantener la base sea algo legítimo según el derecho internacional. Como Cuba ha señalado, el “arrendamiento” fue impuesto con eficacia bajo la amenaza de la fuerza y ​​ahora sería ilegal en virtud de las Convenciones de Viena.

Como medida impuesto al Gobierno cubano de aquel momento, no era un acuerdo con beneficios mutuos. El hecho de que Estados Unidos paga solamente algo más de cuatro mil dólares al año por el arrendamiento (con cheques que no se cobran ya por 54 años) es un indicador adicional del tamaño de esta injusticia. Es una anomalía que no se puede mantener si se van a restaurar relaciones diplomáticas normales entre los dos países, como desea Obama.

¿Cómo podrían los dos lados llegar a un acuerdo que no se vea como un retroceso? Obviamente, la permanente vergüenza de Obama sobre Guantánamo tiene poco que ver con el arrendamiento de la base y sí mucho con sus promesas incumplidas de cerrar la prisión.

Más de 100 presos siguen encarcelados allí, con pocas señales de que se pueda asegurar su cierre antes de que finalice el mandato de Obama. ¿Se podrán resolver las dos cuestiones -que termine el contrato de arrendamiento y el cierre de la prisión- a través de una ampliación de las actuales negociaciones diplomáticas entre los dos países, que justamente han sido reanudadas en La Habana?

Un brillante sugerencia que merece una discusión más amplia ha sido expuesta en Havana Times, un blog dirigido por Circles Robinson. Robinson se basa en el aparente éxito de transferir un grupo de prisioneros de Guantánamo a Uruguay, donde fueron recibidos por el ex presidente Mujica y (hasta ahora) parecen haber sido acogidos sin problemas.

¿Por qué no solicitar a Cuba, sugiere, que acepte prisioneros de Guantánamo de manera similar? Su transferencia a través de la frontera terrestre podría ser escalonada, se podrían poner de acuerdo en cómo serían tratados, y de manera progresiva Obama podría cerrar la prisión.

En base del precedente de la entrega del canal de Panamá en 1999, también se pudo convenir una fecha para la futura culminación del contrato de arrendamiento, permitiendo suficiente tiempo para su desactivación.

Uno de los obstáculos para el normal restablecimiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba será inevitablemente la confiscación de tierras a ciudadanos estadounidenses (o a personas que posteriormente se han convertido en ciudadanos estadounidenses) después del triunfo revolucionario de 1959.

Este es un tema que continúa acuciando a Nicaragua, más de treinta años después de su propia revolución, sin embargo allí tiene lugar un proceso para reconocer y hacer frente a las reclamaciones, y se está moviendo hacia una conclusión.

La reclamación de tierras cubanas puede presentar problemas mucho más serios, pero (como sugiere Robinson) Estados Unidos podría facilitar su resolución poniendo parte de los ahorros del cierre de la base en un fondo de restitución acordado. De hecho, este fondo también se podría crear como reconocimiento a los insuficientes pagos del verdadero valor del contrato de arrendamiento que se ha prolongado durante más de un siglo.

Como ha dicho en el New York Times Jonathen Hansen, autor de Una historia de la base de Guantánamo, Obama tiene la oportunidad de “rectificar un viejo agravio y sentar las bases de una nueva relación con Cuba y otros países en el Hemisferio Occidental y alrededor del mundo”.

Los que quieran insistir que solo un cambio de régimen y el pleno reconocimiento de los derechos humanos en Cuba debe preceder cualquier acuerdo, seguramente han visto destruido sus argumentos por la creciente evidencia de los masivos abusos que Estados Unidos ha perpetrado en suelo cubano.

Obama tiene la oportunidad de hacer frente a dos grandes causas de la vergüenza estadounidense: una de la cual él es responsable en parte, y otra que se remonta a más de un siglo y que los presidentes anteriores ignoraron.
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(*) Sobre el autor: John Perry vive en Nicaragua y escribe sobre América Central, pero también sobre temas como la vivienda y la migración en el Reino Unido. Tiene un blog en el London Review of Books and Public Finance.

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