El huracán Irma demanda un nuevo enfoque para Cuba

Por Alberto N Jones

HAVANA TIMES – Estamos a punto de cumplirse cincuenta y ocho años de los radicales cambios políticos y sociales ocurridos en Cuba, que transformaron la otrora veraniega y aletargada ciudad de Miami en la vibrante y cosmopolita puerta de entrada de América Latina que es hoy.

Gracias a Cuba, nuevamente, la furia del huracán más poderoso en visitar nuestra región en 85 años con vientos con más de 200 kilómetros por hora, se desvió un poco hacia el oeste, salvando de lo peor a Miami y la muy poblada costa del este de la Florida.

Aun así, los daños sufridos en la Florida son sustanciales. Miles de personas lo han perdido todo, cantidades similares permanecen a oscuras y con un futuro incierto. Estos desastres naturales son parte integral de nuestra ubicación geográfica, donde nombres como el Ciclón de 1922, Flora, George, Sandy y ahora Irma, serán recordados por su poder destructivo.

Cuba ha recibido un golpe mortal, después de 72 horas de un azote implacable al 80% del territorio nacional. El pueblo, forjado en la adversidad, la lucha y la resistencia busca su recuperación.

Países chicos y grandes, ideológicamente aliados o no, ricos y pobres, cercanos y distantes, han extendido la mano solidaria al pueblo cubano y han prometido ayudar en la medida de sus posibilidades. Sin embargo, Estados Unidos no ha tenido el pudor ni la dignidad de expresar una palabra de aliento, para el sufrido pueblo de Cuba.

El paso del huracán Irma por el Caribe es el colofón de una serie de desastres similares que se han cebado en Cuba, el Caribe, Centro América y América del Norte, donde han dejado una estela de destrucción, desolación y muertes, que van seguidos de las heroicas acciones de rescate, recuperación y reconstrucción hasta la llegada de la próxima tormenta, repitiéndose este interminable ciclo vicioso de destrucción y reconstrucción.

Cuba posee el mejor sistema de Defensa Civil de la región, por lo que es el modelo  a seguir.  No obstante, mientras debemos aplaudir logros pasados, al mismo tiempo, debemos reevaluar las estadísticas y enfocarnos más en la prevención, consistente en la eliminación de muchos miles de viviendas endebles que deberán reemplazarse con inmuebles sólidos, a prueba de huracanes, poniendo fin a este ritual de la  eterna reconstrucción.

La tecnología actual permite eso sin tener que replicar las fortificaciones españolas que han resistido esos embates por más de 500 años.  Remunérese debidamente a cada ciudadano, desista el Estado de querer resolver el déficit habitacional, urbanícese y descongestiónese el hacinamiento en las ciudades, establézcanse rigurosas normas técnicas de construcción y estimúlese la construcción por cuenta propia.

Cuba no necesita el beneplácito de ningún país para forjar su propio destino, más aun, cuando cientos de miles de sus hijos radicados en el exterior, están dispuestos a apoyar materialmente a sus hermanos desvalidos, para lo cual se requiere reformar la Aduana de Cuba, eliminando la férrea barrera de contención que impide la entrada al país de medicamentos, suministros médicos, instrumentales, reactivos, equipos, implementos, medios de transporte, alimentos etc. Eso permitiría a la Aduana mantener su función de la primera barrera defensiva del país, en tanto este se convertiría en el gran abastecedor del país y una importante fuente de ingresos arancelarios.

La devastación causada por Irma deberá servir de catalizador para destrabar el estancamiento burocrático de la Zona Especial del Mariel que está llamado a ser el trampolín del desarrollo del país.

Se precisa mejorar las coordinaciones entre organismos y ministerios para evitar, que mientras el Ministro de Agricultura llama erradicar el 28% de la tierra fértil del país que está cubierto por marabú para convertirlo en carbón vegetal exportable, la Aduana no permite el ingreso al país de moto sierras de combustión interna.

Tampoco se explica que Cuba no reduzca su dependencia de combustible importado, por limitaciones impuestas al ingreso de triciclos, autos y otros medios de transporte eléctricos, no contaminantes del medio ambiente.

Cuba debe abrir de inmediato sus puertos al transporte por cabotaje y a las líneas de Ferry aprobadas desde los Estados Unidos, donde podrá suplir sus enormes necesidades materiales en horas, no en semanas como ocurre con el comercio entre Europa y Asia.

Urge la revisión y modificación por parte de Cuba, de las recientes normas para el envío de donaciones al país, que ha frustrado y decepcionado a miles de leales amigos de Cuba, que han visto perecer a numerosos proyectos humanitarios.

A riesgo de ser estigmatizado por escribir, sugerir o proponer ideas desde el exterior tendientes a mejorar la situación socio-económica del país como lo hicieron antes Martí, Varela, Juan Gualberto Gómez, Fidel y otros, continuaré haciéndolo a pesar de mi incapacidad de aplicar ninguna de ellas.

Mi impagable deuda de gratitud con Cuba, que recibió a mis abuelos procedentes de Kingston, Jamaica como suyos a principios del siglo pasado, la formación profesional de mis hijos, nieto y el mío, no me permite callar por supuestas reprimendas o represalias.

Irma debe ser el detonador que reoriente el rumbo, la visión y las metas que Cuba debe alcanzar, para seguir siendo el Faro y Guía del tercer mundo.

Cuba tiene que desistir de las nimiedades en contra del cuentapropismo y las cooperativas de construcción.  En su lugar, debe promover, estimular y ampliar esos servicios y otros, aun con sus defectos, como los que plagan y corrompen las empresas estatales, estas constituyen ya, el referente de servicio y calidad que el país demanda.