La tercera ronda de la CELAC

Renato Recio  (Progreso Semanal)

HAVANA TIMES — Luego de una apagada primera Cumbre, en el Chile de 2013, bajo la presidencia del neoliberal Sebastián Piñera y una segunda, efectuada en la Habana, calificada con justicia como brillante y trascendente, comienza hoy la tercera Cumbre de la CELAC, en San José, Costa Rica (28-29 enero) con una agenda cargada de propósitos emancipadores y coloreada por una coyuntura histórica singular, luego del cambio anunciado por Estados Unidos y Cuba sobre el mejoramiento de relaciones entre ambos países.

La CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) integrada por la totalidad de las naciones del continente americano, excepto Estados Unidos y Canadá, enfrentará ahora una situación mucho más compleja desde el punto de vista diplomático, puesto que el presidente estadounidense parece haber comenzado a dar respuesta a la solicitud de los jefes de Estado latinoamericanos y caribeños en torno al levantamiento del bloqueo a Cuba y al cese de la política de hostilidad abierta y aislamiento en contra de este país.

Se puede dar por descontado que las 33 naciones del subcontinente habrán de congratularse por la nueva actitud prometida por la Casa Blanca, pero aun así difícilmente lleguen a silenciarse las voces que pedirán a Washington acciones más elocuentes para demostrar su sinceridad.

Sin embargo, el tono en esta oportunidad no será el de ultimátum, como lo fuera en la pasada Cumbre de las Américas, cuando varios jefes de Estado del área amenazaron con no asistir a ese magno evento panamericano si Cuba no estaba presente.

En cierto sentido la Cumbre de San José pudiera convertirse en un entrenamiento de alto vuelo para llegar a la reunión continental (Panamá, abril de 2015) con un discurso consensuado y atemperado a las nuevas circunstancias, pero no desprovisto de advertencias más o menos sutiles de algunos estadistas deseosos de auscultar la manzana que ofrece hoy el vecino del norte, ante la razonable sospecha de que venga envenenada.

El interés de las naciones latinoamericanas y caribeñas por el mejoramiento real y completo de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, no es una actitud romántica.

Si tales relaciones no se basan efectivamente en la reciprocidad, la igualdad soberana y la no injerencia en los asuntos internos, los países latinoamericanos no podrían sentirse razonablemente aliviados de la amenaza hegemonista que el coloso del norte ha derramado a sacos sobre la región a través de la historia.

La consumación del proyecto estratégico de la CELAC, basado en la unidad regional, la integración económica y política, la lucha contra la pobreza y el aseguramiento de la paz, no podría conseguirse si perviven las prácticas tendientes a subordinar el desempeño de las naciones a los intereses imperiales y a castigar a los gobiernos que no se someten a esas prácticas.

Por eso es previsible que el tema de la política de Estados Unidos hacia Cuba, vuelva a ser muy recurrente en la III Cumbre de la CELAC, aunque haya otros aspectos tan importantes como el de la pobreza y la desigualdad, que requerirían en verdad la mayor parte del tiempo disponible.

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