Cuba y los ojos del pescado

Fernando Ravsberg*

En las entradas de las tiendas de Cuba siempre hay un grupo de personas ofreciendo a los clientes los productos que acapararon unos días antes. Foto: Raquel Pérez

HAVANA TIMES — El periódico del Partido Comunista pone el grito en el cielo porque las madres cubanas se han quedado sin pañales desechables para sus hijos y acusa a los “inescrupulosos” revendedores de acapararlos para luego ponerlos en venta a mayor precio.

Dicen en Cuba que hay quien compra pescado y después le tiene miedo a los ojos. Si abren la economía al mercado se deberían conocer bien sus leyes para elaborar políticas que protejan a los más humildes de las prácticas comerciales abusivas.

En la isla esto no es nuevo, existe desde que hay escasez, pero en la economía de la libreta de racionamiento era una actividad ilegal. Hoy, sin embargo, no se puede arrestar a nadie por comprar todas las existencias de un producto, siempre que pueda pagarlo.

No pretendo justificar a los especuladores, quienes generalmente aparecen en los malos tiempos, de cualquier país y sistema. Son individuos que se aprovechan de las necesidades de la gente para ganar dinero haciéndoles la vida aún más difícil.

A veces llegan de forma artificial, recuerdo que durante el gobierno de Salvador Allende en Chile se encontraban bodegas repletas de productos de primera necesidad, acaparados para generar malestar en la población y derrocar al presidente electo.

Pero no me parece que sea el caso de Cuba donde la oposición es mínima, está atomizada y no cuenta con la infraestructura para semejante operación. Aquí se trata de simples especuladores que crean escasez artificial para ganar dinero inflando los precios.

El procedimiento es sencillo: se trata de encontrar un producto de mucha demanda popular con poca presencia en las tiendas, donde se debe tener buenos contactos para saber qué día entra el contenedor, información privilegiada que les permite llegar primero y comprarlo todo.

Hay mucha gente dispuesta a pagar el doble con tal de tener pañales desechables para el niño o el abuelo, frazadas de piso, pasta de dientes, el codo de media para reparar la tubería o el cable eléctrico imprescindible para solucionar un cortocircuito.

Cuando un producto escasea inmediatamente se pone la maquinaria en marcha y ocurre a plena luz del día. Cada local comercial está rodeado de personas que acosan a los clientes ofreciéndoles los productos y advirtiéndoles que no los encontrará dentro.

No soy muy ducho en economía, por eso solo se me ocurren un par de soluciones a la especulación. Una es la bien conocida libreta de racionamiento y la otra la saturación del mercado, generando una mayor oferta que impida la reventa a sobreprecio.

Esta casa de cambio del Estado, con pocas denominaciones de billetes, es un ejemplo de porque en Cuba muchas personas optan por acudir al mercado negro para canjear dinero. Foto: Raquel Pérez

En ocasiones es solo un problema organizativo. Muchos cubanos y extranjeros cambian sus euros a particulares para evitar las enormes colas de las casas de cambio del Estado, las que a veces ni siquiera cuentan con el suficiente efectivo.

Parece como si nadie hiciera el cálculo de cuánto dinero más recaudaría el Estado si sus Cadecas tuvieran las ventanillas suficientes para que los clientes puedan acceder rápidamente al canje de moneda. Se ahorran centavos para perder millones.

Si cuando vacían de pañales una tienda, ésta fuera reabastecida inmediatamente, los especuladores tendrían que venderlos a un menor precio, perdiendo así parte del capital inicial, con lo cual probablemente buscarían otra actividad más lucrativa.

Muchas veces ni siquiera se trata de pobreza, no creo que Cuba carezca de la capacidad financiera para importar frazadas de piso. Se trata de su lentitud burocrática, tapizada de papeles inútiles y pomposos comités sin poder, especializados en reuniones innecesarias.

Esa incapacidad organizativa del Estado es la que aprovechan los especuladores. Y el problema podría agravarse dado que el gobierno tiene entre sus planes continuar abriéndose al mercado y eliminar totalmente las subvenciones a los productos de primera necesidad.

Si en el futuro se va a optar por subvencionar solo a las personas de bajos ingresos, el Estado debería pensar en cómo evitar que éstas se vean obligadas a pagar precios artificialmente inflados por la acción de un especulador capaz de acaparar, retener y vender.

Sería bueno mirarse en el espejo de una España que atraviesa la mayor de sus crisis por no ser capaz de ponerle reglas al mercado para evitar la especulación financiera e inmobiliaria. Aprender de los errores de los demás es un claro síntoma de inteligencia.

La ventaja de Cuba es que sus líderes no “adoran” al mercado, la desventaja es que conocen poco sus reglas, tras medio siglo de “planificación socialista”. Y la peor de las tentaciones es pensar que el asunto se resuelve utilizando a la policía en vez de la economía.
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(*) Publicado con la autorización de BBC Mundo.

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