Un performance de la libertad en tiempos de dictaduras

Yenisel Rodriguez

Mulutrella es una estatua viviente que ofrece un arte de alto contenido político.  Habita en los espacios públicos de la Plaza Vieja perteneciente a la Oficina del Historiador.  El ambiente patrimonial y turístico del lugar disfraza de souvenir su actitud contestataria.

Sus intervenciones incluyen personajes absurdos que invitan a los transeúntes a reflexionar sobre los conflictos cotidianos.

Digo invita, porque es muy fácil seguir de largo cuando no se desea o no se puede participar de tan peculiar espectáculo.  Para el que se detiene, observar se transforma instantáneamente en crear.

Mulutrella puede encarnar en una estatua surrealista que aconseja a los padres como pensar a sus hijos:

“Tus hijos no son tus hijos, son los hijos de la vida…

No viene de ti, sino a través de ti”

Muchos padres quedan expuestos ante su paternalismo, ante sus hijos y ante sí mismos, cuando validan la sentencia con una sonrisa cómplice.

Mulutrella puede aparecerse con casco amarillo de constructor, pintado de color aluminio y vestido con overol confeccionado con recortes de periódicos.  Se escuchan interjecciones que poco a poco van tomando sentido.  Alzando los brazos e inspirado en la estética del teatro bufo comienza a cantar: “hasta cuando va a ser esto mamita, hasta cuando.”

La gente comienza a repetir sus coros a paso de conga.  Entonces emerge una complicidad jocosa que también encarna como participación cívica.

Hay días en que Mulutrella presenta personajes descarnados que proyectan una beligerancia directa hacia el orden de cosas que se viven en Cuba.   Esos días son para Mulutrella muy intensos, porque ese arte en radicalización responde a circunstancias reales y difíciles.  Es otra forma de relacionase con el sistema, algo más cercano al ciudadano común.

Son días de catarsis temperamental, de militancia espiritual con la libertad, de heroísmo político y quizás también de agotamiento irracional ante la dilatación indefinible de los cambios intuidos.

En esos días, pocos se detienen para escuchar a Mulutrella.  Mucho menos son los que deciden participar de su performance.  Mulutrella queda aislado y vulnerable ante la mirada profiláctica del poder estatal.

“Libertad”

No dicen mucho los personajes de Mulutrella en esos días de purificación kasfkiana, sin embargo el estupor popular no tiene límites.

Mulutrella regresa a casa y tras bambalinas me cuenta lo sucedido.

Yeni, hoy se me volvió a ir la musa- me dice desahogadamente.

Yo le repito consejos de pertinencia y prudencia.

Pero en el fondo reconozco valentía y consecuencia en el actor que está frente a mí.

Mulutrella vuelve en este 2011 con nuevas ideas a decorar políticamente los mansos entornos de la Plaza Vieja.  Puede que al encontrarlo elijamos disfrutar de su arte.  Por eso no debemos olvidar que su escenario es también una puerta abierta para expresarse en libertad: un performance de la libertad en tiempos de dictaduras.

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