Un libro demasiado caro

Osmel Almaguer

Estaba yo en la presentación de un libro sobre la revolución española del 1931. El presentador era un madrileño miembro de la Fundación Federico Engels, organización que editó este título.

Esta fundación surgió en 1987 con el objetivo de defender y difundir las ideas del marxismo revolucionario, en un momento en el que estas, a pesar de que sus defensores han tratado por todos los medios de evitar el término “crisis.” se encuentran en un momento difícil.

El hombre comenzó su charla sobre la necesidad de llevar el socialismo a España. Brindando sus argumentos e historiando las sucesivas revoluciones ocurridas desde 1873.

Narraba el estado de depauperación de la clase obrera y proponía como única solución la toma de control por esta de la economía de los países.

El libro estaba colocado sobre la mesa como exhibición, y tras él otro grupo del mismo tipo que parecía estar destinado a una venta posterior, o simplemente a servir como obsequio a los escasos asistentes.

Antes de terminar, el sujeto propuso su venta. Ejemplares forrados con nylon, de buen tamaño y grosor, buen papel y carátula.

Enseguida pensé en comprarlo para regalárselo a mi padre, que gusta mucho de estos temas. Comencé a pensar en qué precio tendría y mentalmente me situé un límite en 25 pesos, equivalentes a 1 CUC.

En cuanto tuve la oportunidad le pregunté por el costo. El hombre suspiró, pensó un minuto, y comenzó una nueva charla sobre los precios de costo del libro. Abundando en las particularidades económicas de la Fundación, para llegar hasta el dichoso precio de cada ejemplar.

“Cien pesos.” Dijo finalmente. Y por mucho que pensé no hallé la forma de que el libro llegara a mi padre. Cien pesos (US $5) es un precio sencillamente abrumador para un libro en Cuba. Aquí el Estado subsidia su producción. Saca dinero de otras manifestaciones artísticas que reportan más ingresos, como la música y las artes plásticas.

No supe cómo explicar eso al turbado vendedor-expositor, que vio cómo los pocos que estábamos en la sala nos levantamos sin decir nada.