Que se levante el extranjero

Yenisel Rodriguez

Foto: Caridad

La semana pasada en el tren de San José de las Lajas, que comunica a la nueva provincia Mayabeque con la capital del país, sucedió un hecho de xenofobia.

A pocos minutos de partir de la estación de San José comienza en el primer coche del tren una fuerte discusión. Una compañera con un niño en brazos interpelaba a un pasajero:

“¡Yo en ningún momento te pedí que me dieras el asiento!”

El pasajero interpelado era un hombre entrado en años. Éste se justificaba por no haber cedido su asiento a la mujer que tenía delante. Pasaba los segundos, los minutos y nadie, ni hombre ni mujer, ni joven ni viejo, se disponía a ceder su asiento a aquella mujer con un niño de brazos.

Muchos de los pasajeros ocultaban su cuota de insensibilidad tras un interés inusitado en la desagradable escena. La gente comenzó a parcializarse a favor de la madre del niño pequeño, lo cual provocó que germinara la vergüenza en el rostro del pasajero interpelado.

Así las cosas, cuando de repente y sin que nadie lo esperara se escucha un reclamo a toda vos que estremece a los pasajeros del vagón:

“¡Oye, que se levanten éste que es extranjero!”

Los presentes dirigieron la mirada de hacia el cubículo de los asientos ocupados por dos estudiantes bolivianos de la Escuela Latinoamericana de Medicina.

“Sí, sí tú mismo; levántate que aquí nadie está perdiendo el tiempo ni en la bobería. No ves que esa mujer no tiene donde agarrarse,” así instigaba autoritariamente el pasajero acusador a los jóvenes bolivianos.

Aunque los pasajeros quedaron boquiabiertos por unos segundos, muchos terminaron por aceptar como legítimo el reclamo del improvisado compatriota.

“Y como se hacen los bobos”, se murmuró por todos lados.

En el rostro de los bolivianos se dibujo un gesto de miedo que me hizo recordar anécdotas sobre la discriminación que sufren los haitianos en República Dominicana, por solo mencionar un ejemplo.

Uno de los bolivianos se levantó inmediatamente y cedió su asiento a la ofendida madre, miraba a su alrededor como midiendo hasta dónde llegarían la situación. No sucedió nada más.

El tren continúo su marcha. Durante el resto del viaje no sucedió ningún otro incidente; se diría que los pasajeros quedaron absortos con lo sucedido.

Algunos cubanos lamentaban que algo así pudiera suceder ante sus ojos. Avergonzados tal vez por no haber tenido el suficiente valor para defender la dignidad de los dos jóvenes extranjeros. Esto sucedía en el llamado país de la solidaridad.

Quizás este hecho de xenofobia fue el bautizo de muchos que se desentienden de la acumulación de conflictos que subsiste en la sociedad cubana, de esos que llaman “chino” a cualquier asiático que nos visite o blancuzo a cualquier europeo que no tenga trigueña la piel.

“Qué situación más desagradable, nunca había visto algo así”, se lamentaba mi vecina después de contarme los hecho que aquí presentó.

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