El Estado es el principal promotor de comida chatarra en Cuba

Yenisel Rodríguez Pérez

Foto: Elio Delgado Valdés

HAVANA TIMES – Semanas atrás Margaret Chan, directora de la Organización Mundial de la Salud, visitó Cuba. En medio de los halagos que la funcionaria dirigía públicamente a la industria farmacéutica nacional y con la prudencia que exigía el caso, llamó a poner atención al tema de la alimentación segura y equilibrada.

Recordó a los políticos presentes que cualquier rentabilidad generada a corto plazo por la comida rápida es opacada por los elevados costos que conlleva el tratamiento de las enfermedades crónicas no trasmisibles asociadas al alto consumo de aquellas.

Era evidente que la funcionaria estaba informada del alto índice de morbilidad asociado a malos hábitos de alimentación en el país.

A pesar de la relevancia y la actualidad del tema abordado por la directora de la OMS, los medios de comunicación cubanos no hicieron referencia alguna del hecho, lo que a mi entender fue un olvido intencionado.

A pesar de ser un tema muy abordado por programas televisivos especializados en temas de salud, no recuerdo que se haya debatido públicamente sobre el rol que ha jugado la gastronomía estatal en el reforzamiento de los malos hábitos de alimentación de los cubanos, sobre todo en los último tiempos, en los que se ha avanzado en las ciencias de la nutrición.

En la actualidad la oferta de los establecimientos gastronómicos estatales no pasa de ser una letanía de embutidos supergrasosos, picadillos altamente condimentados, frituras cocinadas en aceites saturados de varios días, refrescos instantáneos, y panes mustios y ácidos.

De este modo la dirección comercial de la gastronomía estatal disminuye los costos de producción al mínimo, a la vez que eterniza una oferta reducida y alta en calorías vacías, perjudicando la salud del consumidor de bajos recursos, principal cliente de la gastronomía estatal y el mayor sector de consumo del país.

Esto evidencia la ausencia de voluntad política real para diseñar ofertas más saludables que den la posibilidad de elección al consumidor.

En un pasado cercano existieron intentos de incluir opciones saludables en la gastronomía estatal, pero como en el fondo no pasaron de ser estrategias demagógicas que buscaban ocultar la precarización del sector, perecieron ante los contratiempos y las absurdidades: un ejemplo célebre fueron los restaurantes vegetarianos.

En la actualidad algunas iniciativas aisladas, como la de vender jugos naturales, sólo han venido a intensificar el problema, pues la falta de infraestructura para almacenar y comercializar productos naturales hace que los jugos se fermenten en los dispensadores antes de ser vendidos, generando tantos problemas de salud como el más sintético de los refrescos.

Por supuesto, el Estado cubano está muy lejos de asumir una actitud responsable en este sentido, quedando a la saga de iniciativas regionales como el programa “Plato de buen comer” implementado por el gobierno mexicano que promociona hábitos alimenticios saludables; o los planes del gobierno ecuatoriano de elevar los impuestos a la comida chatarra para desmotivar el consumo excesivo de la misma.

Otro ejemplo de doble moral en nuestras autoridades, que luego de codearse con los movimientos ecológicos y alternativos del mundo, terminan por validar, desde su gestión social, la hegemonía del interés económico.

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