Los chícharos de cada día

Verónica Vega

Crema de chicharo. Foto: cocinacubana.cibercuba.com

HAVANA TIMES — Recuerdo que una vez, estando en la secundaria, mi profesora de historia comentó que “antes”  (de la revolución), los chícharos eran comida destinada a los cerdos.

El dato desató chistes y comentarios maliciosos. Corrían entonces los gloriosos 80s pero el potaje amarillo era una frecuente solución para almuerzo y comida en las mesas cubanas, hasta se mencionaba en una parodia de un tema de los Bonney M:

La jama, la jama mama
Arroz, chícharo y huevo a la semana

Mas, nunca por común y despreciado se le valoró tan poco que fuese asignado al ganado porcino.

En el mercadito de 5ta Avenida, en Alamar, (una quinta avenida despoblada de la belleza y  el glamour de la céntrica calle de Miramar), tanto como el arroz, los huevos, la harina de trigo y el azúcar, el chícharo está entre las opciones más recurridas. Además de ingrediente impuesto al café, es el milagro que salva la mínima dignidad de una comida y su peso en el estómago garantizando horas de energía si no se pueden pagar 12 o 15 pesos por una libra de frijoles.

Así que su demanda es alta. Por eso cuando el pedido de la humilde leguminosa recibe esta advertencia:

-Los chícharos están picados…

El efecto es lapidario.

Primero porque el honor del consumidor está en juego. Si no rechaza el producto con desdén está admitiendo que es tan pobre que tiene que comer chícharos con bichos. Segundo porque limpiar el grano de los invasivos gorgojos requiere una paciencia de relojero.

Para salvar su honor, algunos dicen:

-No importa, yo lo quiero pa´ las palomas…

Después de todo, qué sabe el vendedor de cuáles de los usuarios son colombófilos realmente.

Alabo el valor del que compra el grano picado y luego de ponerlo en agua, desecha los múltiples granos que flotan y luego escruta minuciosamente cada esfera contra la luz, detectando el invasor y excluyendo esos granos de la cazuela. Pues mucho más contaminan la comida los malos pensamientos.

Pero la pregunta que nadie hace, ni siquiera yo, convencida también de que ninguna respuesta cambiará nada, es qué eslabón perdido (u omitido) de la cadena de producción y distribución, pone a la venta una mercancía desechable, y por el mismo precio.

El mercadito de 5ta avenida se distingue entre los comercios estatales en moneda nacional por un peculiar sello de calidad: una pantalla de neón que dice OPEN, un trato amable que incluye un “Buenos días” y un “Gracias” por parte del dependiente. Es usual que tengan cambio, incluso si se paga con CUC, y que garanticen por propia iniciativa las bolsas de nailon (plástico).

El alerta sobre el mal estado de la mercancía, por supuesto, también se agradece. Y acepte el chícharo picado o no nadie cuestiona por qué se le vende en esas condiciones al pueblo.

¿Por qué los clientes de esos comercios en CUP (tal vez el 95 por ciento de la población), merecen tan poco respeto?

 

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