Ítaca detenida en el tiempo

Verónica Vega

Fotograma de Regreso a Ítaca

HAVANA TIMES — Gracias al trasiego digital alternativo, pude por fin ver la película “Regreso a Ítaca”, que cuenta con el sugestivo antecedente de haber sido censurada durante el pasado Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.

Bajo la dirección del francés Laurent Cantet, con guión del propio director y el conocido escritor cubano Leonardo Padura, describe el encuentro de un grupo de amigos: Tania, una oftalmóloga interpretada por Isabel Santos, Rafael, un pintor que encarna el actor Fernando Hechevarría, Aldo, un “crédulo” ingeniero defendido por Pedro Julio Díaz, y Eddy, un exitoso gerente que actúa el popular Jorge Perugorría.

El escenario es una azotea habanera donde se celebra el regreso de Amadeo, (Néstor Jiménez), un viejo amigo común que vio su carrera de escritor truncada cuando emigró a España.

Exhibida solamente por un día, en el cine Chaplin, durante la semana de Cine Francés, el filme, cuya puesta en escena denota oficio y sobriedad, va develando una trama donde el peso de la acción se sustenta en los diálogos. Pero ni los personajes tienen la consistencia imprescindible para semejante reto, y mucho menos esa dimensión que permita sacar verdades ocultas del laberinto mental tal como ocurren en la vida: en medio de la confusión, la negación, la mezquindad o la inconsciencia.

Durante la larga velada donde van brotando miedos, mentiras y dolores, los protagonistas no parecen enfrentarse con su carga de conflictos internos y la extensión interpersonal de estos conflictos: exponen sus razones y hasta sus dudas como si las hubiesen estudiado de antemano. Las frases marginales o las malas palabras no logran una integridad creíble, algo incluso más difícil cuando se pretende que muchas de las frases insertadas tengan una carga simbólica: “pero mi vida aquí era de verdad, y para poder escribir, yo tenía que recordar esa vida. Y lo menos que yo quería hacer era recordar. Yo quería borrar la memoria. “En ese momento todo lo que hacíamos era histórico, estábamos escribiendo historia ¡nosotros!”… O la verdad que se desacredita para contarse y casi se reafirma en el mismo argumento: “Gente que al llegar al extranjero se inventaron historias que ni le tocaban de cerca: que este era el país de la humillación, que aquí eran perseguidos…”

Los actores intentan dar espesor psicológico a estos seres que por momentos se tornan casi reales, casi humanos, fascinándonos con historias tan comunes a la experiencia común, (y sobre todo a la inconfesable), del cubano.

Sin embargo, hasta el plato fuerte que, como todo buen policiaco, se deja para el final, la verdad que aquí se estrena, oficialmente, nos llega como una luz rezagada y fuera de contexto. No sólo porque todas las críticas sociales que se deslizan apuntan hacia el pasado:

-Las cacerías de brujas por llevar el pelo largo (los varones) o escuchar música rock

-El Período Especial, “cuando había aquí tres varas de hambre, la gente no tenía luz, estaba como loca, se tiraban al mar pa´ pirarse hasta arriba de una palangana…”

-Y por último, la primicia de que los cubanos tienen miedo, que callan o traicionan por miedo y hasta pueden emigrar sólo por miedo

Nos llega además incompleta porque omite que también hubo y hay gente que enfrentó ese miedo, que el exilio o la supervivencia por candidez, fingimiento, corrupción, o simplemente la aceptación del fracaso, nunca fueron ni son las únicas opciones.

El contraste generacional que se intenta con los personajes de la madre de Aldo o el hijo adolescente, quien como reaccionaría la gran parte de las nuevas generaciones en Cuba, se asombra del retorno definitivo de Amadeo y afirma que él sí “quiere irse”, tampoco logra completar el cuadro, difuminado en la nostalgia por el país que no fue, nunca por el país que no es, pues la otra verdad que no dice ni dirá el cine oficial es que las prohibiciones tardíamente despenalizadas por él, como la prostitución, la homosexualidad o la diferencia de clases, tampoco consiguieron cambiar nada.

Como toda película sobre una realidad, “Regreso a Ítaca” es además la historia no contada de los actores de carne y hueso que eligieron callar, mentir, ser cándidos, emigrar… por no perder el derecho a ser parte de los instituidos, mientras luchaban a su manera defendiendo estas películas cuya censura demuestra que el cine cubano (tal como la isla de carne y hueso), parece detenido en el tiempo, porque el presente de Cuba sigue siendo un tema prohibido.

 

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