Cuando el futuro se tambalea

Verónica Vega

Extensiones en la parte trasera.

HAVANA TIMES — Cualquiera sabe qué seguridad inspiran cuatro paredes y un techo. El hogar es (o debe ser) el refugio contra las convulsiones del mundo.

Por estos días siento en el aire una reverberación extraña. Ecos de comentarios de gente en Alamar que habita apartamentos en planta baja y han ido expandiendo sus casas al área común que circunda los edificios.

En las asambleas de rendición de cuentas se explicó de forma contundente: serán demolidas todas las construcciones no establecidas dentro del espacio legal que ampara la propiedad. La marea comenzó barriendo en Micro X y avanzará gradualmente por el inmenso suburbio.

Sólo se harán excepciones con casos extremos de hacinamiento, los cuales se analizarán cuidadosamente.

Garajees adonrados con graffiti

La amenaza incluye a los garajes, que podrán conservar sólo los que tengan carro y usen el local con este propósito. El resto será asignado a trabajadores por cuenta propia. También se habló de los jardines cercados que incluyen transformaciones ilícitas (senderos y pisos de cemento, portales…)

Por supuesto que las explosiones no se hicieron esperar. Manifestaciones de ira y de impotencia. Gente que construyó, como se sabe se hace casi todo en Cuba, a sangre y lágrimas.

Es difícil distribuir con justicia algo tan abstracto como el espacio. Porque los individuos tenemos necesidades que no se describen con leyes ni se acoplan a implacables registros, porque una vez extendido y configurado en el tiempo (con la virtual certidumbre que da la solidez de los muros), un universo propio es terrible imaginar una buldócer arrasando lo que es sagrado para uno.

Se han privatizado muchos jardines.

La situación es consecuencia de pésimas políticas que padecimos por años y que recién se destituyen: la imposibilidad de vender y comprar casas, de rentar legalmente una vivienda y a precios objetivamente pagables, con la protección de un contrato de arrendamiento.

La gente fue solucionando sus vidas con lo que tenía a mano. Las parejas divorciadas, las familias que crecían, por nuevos nacimientos o por acoger a parientes del interior de la isla. ¿Y qué más a mano que el espacio inmediato?

Es innegable que algunas de las numerosas construcciones ilegales armonizan con la estética de los edificios donde están enraizadas. Otras son desmesuradas, (destilan incluso una ingenua imponencia) y algunas son simplemente chapuceras.

Las que han crecido hacia arriba (o hacia abajo), ni siquiera sé si cumplen con las misteriosas leyes de la ingeniería y la arquitectura. Como enredaderas de cemento que crecen aleatoriamente y sin extensión limitada, han plagado esta ciudad que rebosa suciedad y abandono.

Se rumora que en la zona de Micro X las primeras demoliciones provocaron reacciones violentas, que incluso fue volcada una patrulla de la policía. No he podido confirmar si es cierto.

Pero estoy segura de que esta amarga reverberación que lleva y trae el aire, no anuncia nada bueno.

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