Septiembre y el comienzo del año escolar

Rosa Martinez

HAVANA TIMES — Cada cultura, cada país, tiene sus costumbres y tradiciones, también sus fechas más importantes y momentos más memorables; sin duda, el primero de septiembre es uno de los días más significativos de Cuba.

No importa que se diga que la educación en la Isla ha perdido calidad, porque uno siente que los niños, aunque pasan más tiempo en las aulas, cada vez aprenden menos; que algunas escuelas estén deterioradas por el implacable paso del tiempo que no perdona, mucho menos cuando no se realizan labores de mantenimiento; que algún que otro educador no sea ejemplo para sus pupilos o que en nuestros centros educacionales existan reglamentos militares en cuanto al uso del uniforme escolar, el pelado de varones y peinado de hembras.

La verdad es que nada de eso importa, porque ese día toda la familia se siente parte de la escuela, desde los padres y abuelos, hasta los primos y vecinos que colaboran con lo que necesite el pequeño para ir a clases (dígase lápiz, goma, sacapuntas, hasta una mochila).

Todos se paran en la puerta de las casas para ver que lindo le queda le uniforme a Luis que comenzó el preescolar o para ver si este curso, que Daniela va para segundo, ya no llora cuando la madre la despida, o si Rafael, que es un diablillo de los buenos del barrio, cambia un poco ahora que va para la secundaria y se está haciendo un hombrecito.

En Cuba las clases comienzan en septiembre, puede ser el primero, el 2 o cualquier otro día, eso varía de un año a otro, lo que sí no cambia es la felicidad de los pequeños al encuentro de la maestra amada, risueñas unas, más serias otras (amorosas casi todas), tampoco la alegría de ver al amiguito con el que en ocasiones se comparte un pedazo de pan, una limonada o una coca cola. Ni que decir del regocijo de saludar la bandera o cantar el himno, nadie más que un pionero siente tanto patriotismo al entonar las notas del Himno de Bayamo.

El barrio está en calma ahora en la mañana; no queda un niño, adolescente o joven sin ir a la escuela. Los abuelitos descansan momentáneamente del bullicio, pero en la tarde regresarán con sus cuentos del compañerito que llegó de otra provincia, de la travesura de otro, la maestra nueva que es más estricta, también más linda o de la escuela que parece recién estrenada porque fue reparada.

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