Violencia contra la mujer cubana

Por Pedro Pablo Morejón

HAVANA TIMES – Arrancaba el 2014 y la mayoría de los cubanos no teníamos acceso a la internet, sin embargo, una noticia corría de boca en boca, el asesinato de una joven en Artemisa por parte de su expareja, un tipejo que no podía aceptar que la muchacha ya no quisiera saber de él.

Lo viral del suceso se debió al modo tan brutal en que ocurrió, en plena calle de esa ciudad, al costado de la iglesia bautista. En esto también ayudó la filtración de las imágenes grabadas por la investigación policial y la gente que con su morbo se dedicó a expandirla.

Desde entonces, con el acceso a las redes sociales, uno se va enterando semana tras semana del asesinato de alguna mujer en Santiago, otro en Matanzas, otro más en Camagüey, aquí en Pinar del Río y así por toda Cuba, sin que quede una provincia o región que no haya sido noticia sobre este tipo de hechos.

Noticias, valga aclarar, que rara vez se publican en la llamada prensa oficial.

Pero esto no es algo que viene sucediendo desde hace poco. No. Esto es un fenómeno, si así se le puede llamar, que ha ocurrido desde tiempos inmemorables. Nunca olvidaré dos asesinatos durante la infancia, relacionados con mi barrio:

Lala, una vecina que había dejado a su esposo por otro hombre, fue apuñalada por el primero dentro de una guagua, en la zona del Entronque de Ovas. Según testimonios, cuando el vehículo se detuvo para bajar pasajeros, el sujeto entró amenazante, portando un cuchillo. La gente huyó aterrorizada, incluyendo al amante, que la dejó sola para que segundos después sufriera más de 10 perforaciones que segaran su vida.

La tarde anterior había estado en mi casa. Tenía 6 años y aquello impactó mi consciencia.

Tiempo después, otra vecina que se divorció del marido, dividieron la casa e intentaron seguir con sus vidas.

No pasó mucho tiempo para que trajese otro hombre. Lo hacían a metros del ex, una delgada pared de madera no podía encerrar los sonidos y palabras altisonantes que venían desde el otro sitio. La mujer gemía y exaltaba los supuestos atributos fálicos de su amante, así, noche tras noche.

Hasta que un día su ex, poseído por la ira y un ego lastimado la acuchilló una y otra y otra vez hasta dejarla sin vida.

Recientemente me tocó de cerca la confesión de una mujer. Después de años de maltratos decidió hace unos meses separarse del esposo. Ya no lo quiere, más bien siente asco y temor. Este, que no puede aceptar la pérdida de su “propiedad” comenzó a aumentar la hostilidad, en la que no faltaron cortes de cabello, bofetadas e incluso amenazas de mutilación y muerte.

En una ocasión la violó y en el sumun de la bajeza y manipulación le dijo a unos vecinos “pero ella me da esperanzas porque se acostó la otra noche conmigo”.

Y ella ahí, sin contarlo a su familia por miedo a una “desgracia”, sin querer denunciarlo porque le tiene pánico, además, cuando lo hizo el oficial de policía que atiende el sector donde reside le restó importancia.

Ahí, sola, desprotegida, como seguramente la quiere su depredador.

Ella piensa escaparse, dejarlo todo atrás, su casa, lo que le costó años construir, porque aunque es cierto que estas cosas ocurren en todo el mundo, aquí no existen lugares de refugio ni órdenes de restricción ni figuras penales para sancionar las diversas modalidades de violencia intrafamiliar y tampoco la voluntad política de proteger a nadie, menos a las mujeres. Aquí es la ley de la selva.

Por eso espero que Dios, La Mente Universal, lo que sea, si existe, esta vez la proteja.

Y quiero aclarar, soy de los pocos que creen que muchas pueden ser infieles y manipuladoras, que no son seres de luz ni mejores seres humanos por el simple hecho de ser mujeres.

Que la violencia intrafamiliar no es un fenómeno unidireccional como pretende hacernos creer el feminismo y que también se da de mujer a hombre, sobre todo en los aspectos psicológicos.

Que los hombres también somos seres humanos que igual merecemos que nos amen, nos valoren y nos respeten

Pero también es cierto que nada justifica acosar, manipular, asesinar, violar, golpear o cualquier forma de maltrato hacia las mujeres y en Cuba esto es un flagelo que no se puede ignorar.

Y más por ellas, que no solo son víctimas de la violencia de algunos hombres, sino también del mismo Estado.

Ellas, que carentes de muchos de los logros alcanzados por las féminas en el mundo occidental en materia de derechos, son las que llevan la peor parte de la vida en esta sociedad plagada de problemas y miserias.

Lea más del diario de Pedro Pablo Morejón aquí.

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