Por Pedro Pablo Morejón

Los cerdos no pueden estar sueltos

HAVANA TIMES – Ahora que se aproxima el fin de año, los robos se incrementan. Mi suegro me relató el que hicieron en su casa durante una noche. Fue hace tiempo, a mediados de la década del 2000.

Todo ocurrió mientras dormían. Tenía una alarma que supieron desactivar y al perro no se sabe qué le hicieron, pues no ladró como se esperaba. Rompieron las tablillas de la persiana que daba acceso a la cocina, penetraron mientras la familia pernoctaba y sustrajeron una grabadora doble casetera, una olla de prisión eléctrica, dinero y más artículos. Todo lo que el tiempo y las circunstancias permitieron llevarse.

Al siguiente día hizo la denuncia.

-¿Sospechas de alguien?- preguntaron al personarse en la vivienda. Es lo primero que hacen.

No trajeron perros para aplicar la técnica canina. Unos peritos, aparentemente tomaron huellas, después le dijeron que el caso pasaba a X investigador.

Nunca se supo quiénes robaron, aunque es obvio que tuvo que ser más de uno y alguno debió ser cercano a la familia. Es una particularidad en este tipo de delitos.

Por suerte, todo eso ha disminuido. Ahora es un barrio tranquilo y la vivienda cuenta con más protección. Además, los delincuentes más notorios de la zona ya no se encuentran en el país.

Por lo general, los robos a domicilio ocurren en los patios. Sustraen cerdos, pollos… Lo común es que esos animales se encuentren protegidos por corrales, sin embargo, ello no impide que los maleantes accedan. Pero lo más peligroso es precisamente cuando penetran la casa mientras los moradores duermen, como en el caso anterior.

Recordé, entonces, la ola de robos con fuerza, en horas nocturnas, que se puso de moda hace algún tiempo. El terror y la inseguridad se apoderaron de mi vecindario. En un radio de 20 kilómetros era común que en la semana supiéramos de alguna fechoría de esa naturaleza.

Los malhechores tenían el arte de burlar cualquier obstáculo, penetrar en las viviendas y sustraer lo que podían. La mayor parte de las veces lo hacían armados de cuchillos o machetes. En mi vecindad, uno de los sujetos, al ser descubierto, intimidó al vecino para que se mantuviese quieto.

Por suerte, la policía logró capturarlo tanto a él como a sus compinches. A parte de este caso, solo puedo recordar otro más en el que los agentes del orden capturaron a los responsables.

Aunque ya esto no es frecuente, a cada rato algún hecho vuelve a ser noticia cuando una familia despierta y encuentra el hogar vacío. Entre las dificultades materiales para realizar el trabajo (porque casi seguro se priorizan los recursos para casos de mayor “prioridad”) y la falta de estímulos también materiales en orden personal, se les hace difícil resolver las tareas.

Sería un alivio que ante un momento de tanto peligro, cuando simultáneamente los ladrones estén en su faena, se pueda llamar a la autoridad, y esta personarse en breve, o al menos, después de la comisión de los hechos, los delincuentes sean capturados.

Pero sabemos que esto no es como el policiaco cubano Tras la huella, que transmiten algunos domingos, en el que todos los casos sí tienen solución.  

  

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