Por una libra de pollo

Por Pedro Pablo Morejón

Una cola en Pinar del Río. Foto: asere.com

HAVANA TIMES – A veces olvido el desagrado cotidiano de las colas, porque afortunadamente una buena vecina me hace el favor de evitármelas.

Casi siempre me compra algunos de los artículos que me tocan por la exigua canasta básica de la libreta de racionamiento.

Como en Cuba todo saben, por esa tarjeta el Estado vende arroz, frijoles, azúcar, café, aceite, carne de pollo, huevos…en cantidades tan nimias que solo alcanzan para cubrir alrededor de un tercio del mes.

Pues en estos días recordé nuevamente los efectos de una larga espera. Y mira que las veo a diarios, porque aquí se hacen colas para todo. Es que no queda otro remedio.

En esta ocasión tuve que ir a buscar la libra de pollo que me toca al mes. El refrigerador está desnutrido y desde que las autoridades toparon los precios, la carne de cerdo, ya de por si bien cara, no se encuentra con facilidad. 

Fui temprano en la mañana, pero al llegar encontré una aglomeración que francamente me intimidó. Pregunté por el último y me dispuse a esperar con paciencia el transcurso de las horas, porque entendí desde el principio que aquello iba a ser para rato.

La gente no cesaba de discutir, todos amontonados sin temor a un contagio por la covid 19. Noté que algunos que llegaban de últimos, más habilidosos y desvergonzados, lograban colarse y comprar a la vista de los demás, quienes protestaban en vano.

La administradora salió en dos ocasiones diciendo que no es su función organizar la cola, requiriendo a la muchedumbre para que tomara distancia y amenazó con parar la venta.

-A mí no me van a multar por culpa de ustedes- se veía estresada

Lo triste era que, de cumplirse la amenaza, se corría el riesgo de recibir la carne en mal estado, debido a que la nevera para almacenar el producto no congela suficiente.

Pasó un buen rato y llegó el jefe de Sector (oficial de policía a cargo de un reparto, poblado o zona rural), quien comenzó a intentar arreglar una cola que ya se había desorganizado. Como varios se habían colado y nadie sabía detrás de quien iba, el ambiente comenzaba a caldearse, dando señales de convertirse en riña tumultuaria.

Sentí asco de tanta degradación. Pensé irme, pero el compromiso de ser recíproco con la vecina me hizo sufrir aquella tortura. No podía hacerlo cuando tantas veces ella las ha sufrido en mi lugar.

Pues allí me vi, bajo un sol implacable luchando entre un gentío exasperado.

Una señora se quejó con palabras como estas:

“Esto nada más ocurre en Puerta de Golpe, en Pinar la gente se organiza y no pasa este descaro.”

Pero sé que no es cierto. Paso casi a diario por las calles de la ciudad, veo las colas por doquier e igual percibo las mismas discusiones y violencia verbal entre ciudadanos.

Así transcurrieron unas tres horas, hasta que al fin pude comprar mi libra de carne.

Toda una mañana de angustia para adquirir una triste y simple libra de carne.

Lea más del diario de Pedro Pablo Morejón here on Havana Times.

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