La Cuba que yo sueño

Por Pedro P Morejón López

Una calle de Pinar del Río

HAVANA TIMES – Se acabaron las fracturas. Los orientales dejaron de ser palestinos, los pinareños bobos y los habaneros unos odiosos creídos. Las diferencias no nos dividen. Conviven en paz el ateo, el agnóstico, el cristiano, el santero, el blanco, el mulato, el negro, el de izquierda o el de derecha. Al fin somos cubanos.

La juventud sueña con un futuro dentro del país. Muchas jóvenes dejaron de prostituirse y nadie pugna por emigrar. Los muertos en el estrecho de la Florida o en las selvas de Centroamérica han pasado a ser un triste recuerdo. Al fin se unen las familias.

La gente va al trabajo con el deseo de producir, porque el salario cubre las necesidades básicas y hasta algún que otro pequeño lujo como vacacionar en Varadero. A nadie le dicen que tiene que pertenecer a un sindicato, pero tampoco le impiden integrarse o crear alguno.

No hace falta concordar con la ideología de los gobernantes para avalar la confiabilidad en un puesto. El primero de mayo es un día diferente, los trabajadores que salen a la calle lo hacen con sus sindicatos, ningún partido los dirige. Todo es espontáneo. Protestan o reivindican derechos en medio de un Estado que los respeta. Y no tienen que adorar a ningún mesías ni guardarle gratitud por sus miserias.

Las fuerzas productivas se desataron, libres de todo dogma. Lo mismo invierte el extranjero que el nacional, y existen tanto empresas estatales como privadas, todas eficientes. El Estado dejó de tutelar la economía y no le preocupa la concentración de la riqueza, su prioridad es la recaudación de los impuestos para invertir en el gasto social. La moneda se unificó.

El país se ha situado a la cabeza de América Latina. Somos líderes en la producción de alimentos, las Ciencias, el Turismo, Educación, Salud, Comunicaciones, Construcción, Energía…y más. Somos la joya del Caribe. Todos hablan del milagro cubano, hasta tenemos inmigrantes, y por si fuera poco también nos hemos convertido en un ejemplo de democracia, una nación soberana y una fuerza moral ante el mundo.

En las cárceles ya no hay presos de conciencia. Amnistía Internacional se reconcilió con la Mayor de las Antillas. A nadie se le reprime ni descalifica por pensar distinto o expresar sus ideas. La prensa es libre, dejó de ser manipuladora, panfletaria y ahora se ocupa de informar al pueblo.

La gente puede organizarse, inscriben sus organizaciones, sindicatos, partidos, etc., y luchan por sus proyectos. Todo legal, ya no son mercenarios.

Los políticos llegan al poder mediante elecciones periódicas, directas y transparentes. Tienen que rendir cuentas de su mandato. Es fuerte el Estado de Derecho, por eso hay cero tolerancia con la corrupción.

El cubano vuelve a ser orgulloso de su Patria, su historia y su bandera.

Imagino a algunos de nuestros próceres: Maceo, tan adusto, a quien nunca se le vio llorar, ahora lo hace de felicidad; Máximo Gómez exclama que al fin legamos, y El Apóstol muestra su sonrisa, tanto tiempo oculta, al ver su sueño cumplido.

Hasta que la realidad me golpea con el sonido de la alarma. Son las 6:00 am, debo levantarme para comenzar otro día vulgar y escribir este post con miedo.

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