Así que a Cuba ponle corazón…

Por Pedro Pablo Morejón

HAVANA TIMES – Era domingo 4:00 de la tarde. El día había transcurrido con electricidad, algo raro en estos tiempos de apagones persistentes.

En tono jocoso le dije a la vecina: “Tengo tanto miedo que estoy al bajar el breaker”. Sonrío y al segundo vino el apagón, que esta vez lo sentí como un golpe en el estómago. La comida no estaba hecha y en un día lluvioso se iba a hacer muy difícil cocinar con el poco carbón que tenía.

Cayó la noche y la corriente se negaba a regresar. Mi vecina me brindó un poco de arroz y frijoles tibios que había cocinado antes del apagón pero me dio vergüenza, mentí y rehusé el ofrecimiento.

Dieron las 10:00 de la noche y no tuve otra solución que agitar un poco de leche en polvo (que por suerte tengo) con agua y acompañarla de un pedazo de pan con un queso que me quedaba.

Como es habitual, los vecinos salieron a los portales a conversar y esperar el regreso de la luz.

“¿Vas a acostarte con el calor que hay?” -me preguntaron-. “Sí, tengo que levantarme temprano, además, tú sabes que yo no creo en calor ni en mosquitos, yo soy un talibán”.

Me acosté, antes abrí una persiana para ver si al menos entraba un poco de aire, todo en vano. Mi cuerpo sudoroso se resistía a ceder a Morfeo, solo escuchaba las voces de los vecinos mientras mojaba la sábana. Fui a la ducha y dejé que el agua refrescara mi cuerpo. Salí, me sequé y el sudor reapareció. A la hora no podía más, me vestí y acompañé a los vecinos.

-“¿Tú no eras el talibán?” -me dijeron entre risas.

La electricidad regresó cerca de las 1:00 de la madrugada. Volví a ducharme para quitarme el sudor, conecté el ventilador y entonces logré dormir.

Desperté cansado, poco después de las 6:00 con el sonido de la alarma, para comprobar que habían quitado la corriente. Me levanté de mal humor.

Más tarde, al viajar, vi un cartel de tantos que saturan los espacios de Cuba, de esos con propaganda que ya nadie cree. Rezaba: ”A Cuba ponle corazón”, y pensé que a Cuba lo que hay que ponerle electricidad, comida, medicinas, transporte y mucho más, que solo se logra con democracia y economía de mercado.

Y también vinieron al recuerdo tantas consignas totalitarias desplegadas frente a mis ojos y oídos durante estos años de mi vida: 

“Pin Pon Fuera, abajo la gusanera”

“Las calles son de los revolucionarios”

“La Universidad es de los revolucionarios”

 “Patria o muerte”

“Socialismo o muerte”

“31 y palante”

“32 y más palante”

“Sí por Cuba”

“Pa lo que sea Fidel, pa lo que sea”

“Cuba va”

“Somos felices aquí”

“Somos continuidad”

“Pensar como país”

“Cuba salva”

“Cuba vive y trabaja”

Y más, muchas más.

En fin, consignas de mierda que he tenido que sufrir durante esta vida tan corta como la de todos y que es una sola y se nos va como la neblina de la mañana, según dijo un antiguo y sabio señor llamado Salomón.

De repente una voz me preguntó la hora casi sacándome de mis pensamientos. Delante apareció un señor de unos 70 años, vestido de verde olivo, sin grados, un brazalete con las iniciales PNR. Portaba una pistola, supongo Makarov. Su uniforme bastante raído, el rostro surcado de arrugas y lo endeble de su cuerpo reflejaban miseria, fanatismo, estupidez… Sentí pena por él, la viva estampa del fracaso del sistema.

-“Así que a Cuba ponle corazón…DPEPDE” -pensé en voz baja.

-“¿Qué?”.

-“Nada mi viejo que son las 8 y 23”.

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