Mi testimonio ante la CIDH en Colorado

Por Osmel Ramírez Álvarez

HAVANA TIMES – En los primeros días del presente mes de octubre sesionó en Colorado, Estados Unidos, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). En ella los cubanos obtuvimos un espacio para efectuar denuncias de las más recientes violaciones a los derechos humanos en nuestro país, bajo el nombre de Criminalización de activistas sociales y periodistas.

Claro que sin la presencia de representantes del Gobierno, que evade asistir e integrarse al sistema interamericano.

Pablo Díaz, director de Diario de Cuba, (el otro medio digital en el que publico), obtuvo la palabra y llevó a ese importante cónclave la voz de los comunicadores que sufrimos represión. Se presentaron testimonios en vivo y también en videos exponiendo las violaciones.

No todo el que era necesario pudo ir, porque el Gobierno cubano, como de costumbre, nos regula (prohíbe) viajar al exterior para denunciar en los organismos de DDHH los abusos que sufrimos. Pero mi testimonio estuvo allí, junto al de valiosos colegas y activistas reprimidos.

Tal vez alguien pueda percibir algún exceso en mi insistente denuncia, máxime si se compara con muchos otros cubanos que han sufrido decenas de veces más abusos y los hechos lamentablemente pasan casi desapercibidos. La mayoría de las veces con una simple nota que no se replica lo suficiente y enseguida se olvida.

Y tienen razón, me voy a exceder hasta el cansancio denunciando cualquier violación a mis derechos humanos y al de cualquiera que tenga conocimiento. Es que tengo un alto sentido del deber cívico, soy profundamente martiano y cuento con la capacidad comunicativa para hacerlo. Martí dijo: “Ver un crimen en calma es cometerlo”. Por eso callar me haría moralmente cómplice.

Algunos me dicen: “Puede ser peor”; “puede que te encarcelan de nuevo o te fabriquen un delito de esos que inventan, de peligrosidad social o desacato a la autoridad”; peor aún, algunos llegan a creer que me plantarán droga o carne de res. No sé hasta dónde llegarían, pero es cierto que corremos riesgos. Ser periodista en Cuba es realmente peligroso. Una pluma en manos de un cubano con decoro y apego a la verdad los aterra más que un “batallón de acorazados”. Le temen a la fuerza de las ideas.

¿A dónde ha ido a parar la Revolución mágica de los humildes y para los humildes? Cualquier sistema político que para defenderse necesite violar los derechos humanos de los ciudadanos, automáticamente NO SIRVE y es vergonzoso y deshonesto defenderlo.

Esta oportunidad de denunciar la criminalización de activistas sociales y periodistas es muy importante y lamentablemente no ha tenido la suficiente divulgación. En eso a veces pecamos. Hay que divulgar, divulgar y divulgar. Por ahora es nuestra única arma en la sagrada batalla por la democratización de Cuba.

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