El Maestro siempre ayuda

Osmel Ramírez Álvarez

Osmel Ramírez Alvarez

HAVANA TIMES – Un pariente sencillo, de mente poco cultivada, pero con aguda inteligencia natural, al salir de la prisión me dijo: “Quien te hundió a ti fue Martí, por estar leyendo todos esos libros. En este país es un embarque leer esas cosas, porque “esta gente” lo tienen todo amarrado y machacan al que levante la cabeza”.

Yo no podía contradecirlo, dadas las circunstancias y porque desde muchos puntos de vistas sus palabras eran sabias, solo le respondí: “Martí te lleva a la cárcel, pero también te ayuda a soportarla”.

Luego le conté cómo me ayudó el Maestro frente a la penuria que significa estar prisionero junto a cinco reos peligrosos; hacinado en una celda pequeña, sin ventilación y poca luz, llena de humo de cigarro permanentemente; comiendo la peor comida del mundo; bañado en sudor por el calor sofocante; castigado por cientos de mosquitos día y noche; estornudando por la alergia; incomunicado; agobiado por la repercusión de mi estado, en la salud de mi madre enferma o por mis hijos que quedaron asustados. Incluso sin saber hasta cuándo sería mi castigo, pues mis captores dijeron que me darían “un buen escarmiento”.

Pensar en Martí me daba fuerzas. Siendo un niño de 16 años sufrió prisión por varios meses, con grilletes, trabajando duro en una cantera, tan solo por escribir una carta. Yo había escrito y publicado más de 150 artículos en menos de dos años. Mi crimen para los intolerantes seguro era 150 veces mayor.

Fue tan desgarradora su experiencia que de las heridas físicas nunca se recuperó. Pero no cejó, ni flaqueó. Si él resistió ¿por qué yo no lo haría? Su madre, Leonor, de seguro sufrió más que la mía, porque lo veía como lo que realmente debería haber sido: un niño indefenso. Ante el asomo de algún cargo de conciencia, por si llegase a ocurrir una fatalidad a mi madre por su angustia, lo apartaba juzgando correctamente a los verdaderos culpables de su sufrimiento.

Hacer periodismo en Cuba fuera del discurso y de los medios oficiales es muy peligroso. Se tilda de “contrarrevolución” y de “oposición”, desconociendo la función social de esa vital actividad. Cobrar cualquier remuneración por hacer periodismo, que no venga del Estado cubano, se considera un acto mercenario. El dinero, venga o no de los EUA, se le acuña el epíteto de “proveniente del imperio”. Pero igual España, que era la que mandaba en Cuba en tiempos de Martí, juzgaba despectivamente a periódicos como Patria y a los artículos del propio Maestro.

La historia debe ser recordada para eso precisamente, para motivar el deseo de luchar por una Cuba mejor, para reforzar nuestros espíritus con los ejemplos de tesón y sacrificio de quienes lo dieron todo por la libertad. No para exacerbar odios, rencores, división, enemistades. De eso solo la experiencia es bueno guardarla, para evitar males futuros.

En tiempos de Martí existía una situación similar a la de la Cuba actual, desde cierta óptica. La libertad de los cubanos era diezmada por el poder absoluto de un Gobierno que era ya muy débil y fuera de época, pero se sentía fuerte, más en lo obstinado que en la realidad. Se negaba a reconocer derechos, insistía en repetir que las cosas estaban bien y se cerraba al cambio. Por ello cada vez más hijos de españoles, o cubanos que era lo mismo, se convencían de que la ruptura total era el único camino.

Asimismo, muchos hijos bajo este sistema, hemos disentido y terminamos siendo apartados, y juzgados como “contrarrevolucionarios”, por proponer transformaciones o creer en la necesidad imperiosa de ellos.

El Apóstol, como tantos, vio en la violencia (necesaria u obligatoria) el camino para dirimir los conflictos nacionales. Por suerte, estos son tiempos de paz, al menos en esta parte del mundo. Hoy queremos y debemos resolverlos sin violencia, aunque esta se emplee contra nosotros por aquellos que siguen atrapados por la historia y se niegan a aterrizar en el presente.

Así como él no odió al español, ni a España, aun bajo el fulgor de las balas que lo ultimaron, no debemos odiar a nuestros adversarios de hoy, por muy equivocados que estén y por mucho daño que nos causen. Odiar no nos ayuda ni a nosotros ni a ellos. Mejor sintamos compasión de sus fallas sin cesar en nuestro empeño y en nuestras acciones por una Cuba mejor para todos los cubanos. Si nos falta el valor, el altruismo o la piedad, busquemos en sus palabras llenas de sabiduría y magisterio: el Maestro siempre ayuda.

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