Osmel Almaguer
Utilizar una tragedia con fines políticos es algo vergonzoso. Total, la violencia no es un hecho endémico de los EE.UU, aunque no es menos cierto que, según el flujo intenso de materiales audiovisuales que llegan a mis manos, sí es un producto altamente comercializable en documentales, filmes y animados.
Sin embargo yo soy cubano, y por eso me interesa más lo que sucede aquí adentro, aunque nunca o casi nunca los hechos violentos de Cuba sean televisados.
Y hablo de violencia con conocimiento de causa, pues hace unas semanas un alumno de mi escuela fue apuñaleado en la cabeza, con consecuencias, por suerte, que no amenazaron su vida.
Se trataba de un alumno que pretendía defender a otro de un grado menor del acoso y avasallamiento de un grupo de abusadores. Recibió un pinchazo de dos centímetros que milagrosamente no alcanzó su cerebro.
Pero nadie lo acusó. Ignoro si por temor a una posible venganza o por la conveniencia de no llamar la atención de las autoridades para que no se afecten “los negocios”. Por negocios llamo a esa corrupción de la que ya he hablado en otros diarios.
Este no es un hecho aislado. Cerca de mi casa mueren apuñaleados una o dos personas cada año. Es una tasa bastante baja, pero a la vez creciente, por lo que considero imprescindible un tratamiento más lúcido de estas cuestiones en nuestros medios de difusión.
Si en el exterior el asesinato vende, aquí vende su omisión. Es hora de que tanta gente oportunista deje de lucrar a costa de la vida de inocentes. Inocentes que, no obstante, no dudan a la hora de manchar sus manos de sangre.
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