¿Remisión médica para qué?

Nonardo Perea

El hospital militar. Foto: Jimmy Roque Martínez

HAVANA TIMES — Hace unos días tuve un accidente; una olla de frijoles hirviendo calló encima de mi pierna izquierda.

Enseguida acudí al hospital más cercano, el Militar. Adolorido hice una caminata de varios kilómetros. Al llegar al cuerpo de guardia, enseguida una enfermera mayor de edad me atendió atentamente, buscó gasa y agua destilada para aplacar mi dolor.

En poco tiempo me explicaron que iba a ser remitido al hospital Calixto García que está en el Vedado, porque en el Militar no atendían quemados.

Esto fue lo primero que llamó mi atención, ¿cómo es posible que en un hospital militar no atiendan a personas quemadas?

Luego de la información, me explicaron que podía esperar por una ambulancia que me llevaría dado mi estado. Mi novio, que estaba conmigo, preguntó cuánto demoraría la gestión, y uno de los médicos nos explicó que podía tardar unas cuatro horas, por lo que decidimos irnos por nuestra cuenta en un taxi de alquiler para agilizar el proceso.

No obstante, antes de partir debí esperar media hora para recibir una remisión médica, de la que se hizo cargo una muchachita, al parecer estudiante, que tuvo que rehacer la remisión tres veces, porque nunca le salía bien, hasta llegar a la cuarta. Mientras tanto, estaba adolorido y con ganas de llegar al otro hospital que queda algo distante de donde vivo.

Una vez en el Calixto García, le mostré la remisión a la doctora de turno y esta no le dio ningún interés, ni siquiera la leyó por arribita, o sea, que la pérdida de tiempo en la anterior unidad asistencial fue en vano.

Fui curado, y recibí otra remisión en la que indicaban ir a otro centro hospitalario, esta vez el Fajardo, también distante de mi casa, allí debía comenzar con las curas.

Dos días después, bien temprano en la mañana, llegué al Fajardo con el papelito de la remisión. Estaba en la cola, que era bastante extensa, cuando uno de los pacientes me aseguró que la remisión no me servía de nada, era innecesaria, solo debía pedir el último y luego, según el orden de llegada, rellenar una especie de formulario donde debía escribir mi nombre, edad, lugar donde resido y cuál era el sitio de la quemada. Solo eso.

Salí doblemente adolorido, la primera cura fue terrible, porque me rasparon hasta que saliera la sangre.

Lo más difícil fue salir por mis propios pies. Mientras caminaba solo pensaba en lo inútil que a veces son los papelitos de remisión, y en esas otras personas, muchas veces ancianas (os) que con quemaduras deben viajar de lejos sin apenas tener recursos para luego retornar a casa, para ese entonces nadie te hace un papelito para tomar un taxi e, y claro, para qué, si al final todos sabemos que los papelitos no sirven para nada.

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