Mercedes Gonzalez Aguade
Con la idea de llegar temprano y con el maquillaje en su lugar decidimos tomar un taxi colectivo privado (boteros les llamamos aquí). Luego de buen rato sacando la mano sin que ninguno parara y ante el desconcierto de mi amiga aproveché para explicarle: “es muy sencillo, no quieren pasar el trabajo ni perder el tiempo en bajarse del taxi y guardar la silla en el maletero”.
Uno de los taxistas que hizo por detenerse al ver la situación aceleró. Mi amiga lo insultó “amablemente” y el tipo respondió: “Cómprate un carro”.
Las guaguas son muy incómodas porque casi siempre van repletas pero es la única opción que tengo para desplazarme por la ciudad. El servicio de taxis de recogida atiende solo a hospitales y los choferes de taxis en moneda dura son muy serviciales pero mi economía no da para eso.
Luego de mi explicación y de mucho esperar por un botero buena gente o desesperado por dinero, mi amiga se convenció y fuimos a buscar la guagua. Por suerte vino casi vacía y llegamos a tiempo para la función de teatro.
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