Yo tengo una gran demanda que hacer

María Matienzo Puerto

El Dr. Alberto Roque. Foto: www.cubaunity.com

HAVANA TIMES, 17 abr — Acabo de terminar un taller en el Cenesex. El Dr. Roque fue su facilitador y se llamó Derechos Sexuales como Derechos Humanos. La pasé bien. Aprendí. Reorganicé algunas ideas que tenía dispersas. Y en más de una ocasión me sentí alfabetizada.

Éramos un grupo numeroso de mujeres y tres hombres. Por diez días escuché sus experiencias. Hablamos de erotismo, de derechos reproductivos, de autoestima, de activismo social, transexualidad, de ciudadanía. Todo dentro del plano de la sexualidad, pero sin desconocer su relación con el universo que es el ser humano.

Estuvo bien. Dije lo que quise, me reí, estuve en desacuerdo con el facilitador, él estuvo en desacuerdo conmigo. Importante. No trató de convencerme de nada, aún cuando él sabe que no estoy de acuerdo con muchas de las posturas que asume el Cenesex.

Si ha leído HT o algunos de mis textos, no lo sé. Tampoco me lo pregunté. Y realmente, no me preocupa.

Solo me brindó herramientas que posiblemente (en el fondo él lo sabe) terminaré utilizando contra el Cenesex mismo cada vez que asuma una posición pública complaciente o contradictoria.

Si tengo que sacar un saldo importante de las horas lectivas es la puerta que me abrió a mi conciencia. Pese al entusiasmo que sostuve en todos los encuentros, la última actividad me demostró que el miedo lo tenemos muy entronizado.

Teníamos que defender un caso de la vida real ante un supuesto Estado, a partir de los Principios de Yogyakarta, la Carta Universal de los Derechos Humanos y la Constitución de la República de Cuba.

Entonces descubrí que no sé nada de mis derechos, que en Cuba no es costumbre defenderse desde la demanda al Estado, desde la legalidad. Y puesta en situación me di cuenta de lo desarmada que me siento ante un Estado omnipresente y totalitario.

Eso no es una novedad. Se sabe. Pero no es lo mismo decirlo y tomar conciencia de ello.

Yo que acostumbro a sentarme con la espalda erguida, a medida que el Dr. Roque fue leyendo la consigna, me sentí empequeñecer en mi silla y no pude más que reconocer que me sentía aplastada, que sentía miedo porque la situación descrita podía ser la mía.

Claro, con una diferencia. En ese período hipotético de tiempo y espacio, habría un demandante (o un grupo de ellos) que se enfrentaría a un Estado, también hipotético.

En la vida real, yo no sabría ni siquiera a quién dirigirme como le sucede al 80% de la población cubana y el Estado, ¿me prestaría atención? Porque yo tengo una gran demanda que hacer.

 

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