Hablando de frustraciones

María Matienzo Puerto

HAVANA TIMES — Mi mamá siempre me lo dijo: “Mary, estudia, que un día las cosas van a volver a ser normales. Y los conocimientos no pesan, ¿qué te cuesta?” Y yo, aunque no era una niña muy obediente, no dejé de estudiar.

Tampoco dejé de tener novios y de salir a bailar con la ropa que podía tener, que nunca fue el grito de la moda, y que muchas veces era hecha en casa. Pero yo salía a divertirme, no a modelar.

NOTA: Debo aclarar que la idea de normalidad de mi madre estaba ligada a que los profesionales volvieran a estar en la cúspide de la pirámide social y economía.

Ese es el tema de conversación entre Liu y yo cada vez que nos vemos. Recordamos los viejos tiempos, en los que intercambiábamos ropas para parecer siempre de estreno. Y nos reímos. No nos arrepentimos de todas las locuras que hicimos juntas porque al final estudiamos lo que queríamos.

Entonces entre los recuerdos viene el nombre de Julitico.

No es el hijo de ninguna de las dos. Tampoco fue el novio de ninguna. Ni el compañero de baile, ni compartimos con él ninguna cabaña en un campismo.

Y yo le pregunto: ¿Qué es de la vida de Julitico?

Y ella que no ha perdido el contacto con él, me responde: Igual que siempre. Sigue esperando a tener la ropa apropiada, un salario decoroso y una casa para enamorar a una mujer.

No lo puedo creer, pero tampoco tengo que dudar de lo que me cuenta Liu. Dice que mientras duró la carrera se la pasó diciendo que en cuanto se graduara, comenzaba una vida nueva y eso incluía a las mujeres.

Julitico es un hombre de seis pies, delgado, mulato, de cara agradable y sabe un mundo de todo lo que se hable en su presencia. Si se habla de sexo (al menos en teoría), él sabe; si el tema es astrología, él puede opinar; si es de cocina, no solo habla, sino que cocina espectacular.

Es un tipo abierto que acepta a sus amigos gays, lesbianas y straight, tal cual son. Todos lo buscan para confesarle sus penas y él aconseja acertadamente.

A él también su mamá le decía que la vida le iba a cambiar en cuanto fuera un hombre independiente económicamente. Pero no dejó que corriera el riesgo de sobrevivir la década de los noventa, donde había que abstraerse mucho para no sufrir las diferencias.

Julitico ya es un profesional (igual que nosotras dos) y no tiene nada, ni mujer ni hijos ni casa ni un salario decoroso. Su ingeniería le ha servido solo para profundizar en sus frustraciones.

Nosotras tampoco tenemos nada, o mejor dicho, no mucho, porque Liu sí tiene casa (del marido) e hijos.

Es cierto, Julitico está muy loco si cree que su problema se van a solucionar con mejoras económicas, pero cada quien cimienta su personalidad sobre lo que puede o lo que quiere. Esté errado o no.

Mi mamá, la mamá de Liu y la de Julitico, tenían razón. Había que estudiar, pero no porque las cosas en este país fueran a volver a la normalidad, sino por que lo único que nos salva de la locura son nuestras profesiones.

 

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