El país desterrado

Kabir Vega Castellanos

HAVANA TIMES – Desde que tengo uso de razón, recuerdo que junto a otros niños de mi generación imaginábamos los países extranjeros como civilizaciones alienígenas o tierras de otro mundo.

Resultaba confuso cómo muchos de los animados pirateados que veíamos, alquilados en bancos clandestinos, traían entre sus pausas spots comerciales anunciando todo tipo de cosas: ropas, zapatos, juguetes, comidas o hasta confitería. Recuerdo lo extraño que resultaba ver aquellos anuncios veloces en inglés, tantas caras bonitas, todos tan bien vestidos en ciudades de maravilla.

Se hacía tan raro ver esas imágenes en las que todo lucía impecable y al mirar por la ventana encontrar un barrio polvoriento, rodeado de matorrales estropeados, lleno de gente mal vestida.

Quizás los niños que mantenían una relación frecuente con sus familiares emigrados podían comprender fácilmente por qué la diferencia, pero para los demás infantes parecía algo sin sentido.

Con el tiempo, aunque uno siguiera siendo un chiquillo, iba comprendiendo que se trataba de un país “mejor”, al que casi todo el mundo aspiraba llegar. Sin embargo, al mismo tiempo nos enseñaban en la escuela que aquel país tan atractivo era “el enemigo”. Durante las clases criticábamos al “villano”, y cuando salíamos de la escuela mitificábamos aquel lugar tal como lo hacían los adultos.

Foto: Cesar Vilá

Ahora uno mismo es adulto y los tiempos han cambiado, pero entonces muchos de nosotros discutimos cosas que no nos correspondían y que ni siquiera conocíamos. Ahora la información está más asequible, los niños comprenden mucho mejor cómo es el mundo dentro o fuera de Cuba. Algunos saben que nada es tan simple, que el fascinante contraste material incluye también otros contrastes. Que es posible trabajar duramente, adaptarse a otro contexto, a otro clima, otro idioma, otra cultura, pero no es nada semejante a un sueño. Que no hay ningún país de maravillas.

Sin embargo, no sé si por inercia o para encajar entre los demás, siguen mitificando lo que es vivir “afuera”.

Hace poco vi dos cortometrajes muy buenos que muestran dos caras de un mismo fenómeno:

Foto Constantin Eremichev

Por esto son ricos los países nórdicos”, corto en el que se analiza paso a paso en qué se sostiene la grandeza de esas naciones. Y una segunda parte titulada “La cara oculta de los países nórdicos”, que revela el complejo entramado detrás de esas portadas de sociedad perfecta.

Venta de armas tras la imagen de país pacífico, deudas estatales, un bienestar social que sale de la mitad de los salarios, alto consumo de antidepresivos…

Mis amistades y centenares de personas en Cuba idealizan fervientemente a Estados Unidos, mientras que los que emigraron hacia allá, extrañan y recuerdan Cuba como nunca fue. Si logran venir de visita se sienten decepcionados.

Mi prima que se fue a Miami con cinco años, no recordaba apenas nada de la Isla. Cuando volvió tenía once, le encantó poder jugar en la calle, se sentía mucho más libre y no quería irse. Sin embargo, hay que decir que el tiempo que permaneció aquí no montó en una guagua llena, su mamá compraba la comida en la shopping y alquiló un carro para transportarse.

Foto Constantin Eremichev

Muchos europeos idealizan lo que significa vivir en el trópico. Las islas como Cuba exportan también una imagen paradisiaca de playas y palmeras y mulatas voluptuosas. Nosotros ensalzamos lo que significa poder experimentar la primavera, el otoño, un invierno con nieve; una navidad llena de anuncios luminosos, y arbolitos colmados de regalos; caminar por ciudades antiguas muy bien conservadas y con todas las ventajas de la tecnología.

Al final, el país ideal es como esa Atlántida que nunca se ha encontrado. Mientras, nos sentimos extraños en cualquier parte.

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