El deber de soñar

Kabir Vega Castellanos

Foto: Victor Valdés

HAVANA TIMES – Hace poco tuve la oportunidad de ver el remarcable filme Scott and Sid, de nacionalidad británica y basado en las vivencias reales de dos jóvenes. Si no lo has visto, te animo a que dejes de leer este post, lo busque, hagas un tiempo libre y lo disfrutes.

Sin embargo, no es mi intención hablar de la película, solo la menciono por una frase que dice Scott, uno de los protagonistas, que me dejó impactado:

“Una vez que tenemos nuestra libertad, creo que tenemos la responsabilidad de luchar por nuestros sueños.”

Hago memoria desde mis recuerdos más tiernos, cuando era apenas un infante que no imaginaba la difícil realidad del país en que vivía. No me equivoco al recordar todo lo que le dije a mi madre que deseaba cuando tenía menos de 8 años:

“Quiero ser piloto, astronauta, ser millonario vivir en una mansión con piscina y darle la vuelta al mundo. Tener un carro deportivo, un león, una pantera y serpientes como mascotas. Hacer robots y crear el juego de computadora más famoso del mundo. Quiero…”

Los adultos suelen subestimar la inteligencia de los niños a niveles inimaginables. Mucho antes de cursar 6to grado y terminar la primaria, yo había renunciado a todos esos sueños. No porque ya no me interesaran, sino porque había comprendido las posibilidades objetivas que ofrecía mi entorno. Lo mismo sucedía con los demás niños, buscaban cómo pasar el rato, divertirse lo más que pudieran, pero ya no se tomaban en serio sus sueños.

Y eso no era todo. Lo peor comenzaba cuando crecías y te atrapaban los juegos de apariencias. Tenías que ser feliz, pero ¡importante!, tu felicidad debía estar basada en el éxito, en el placer de una vida puramente hedonista aunque vivieras en Cuba y tu familia luchara día por día apenas la comida que les permitiría seguir funcionando como criaturas vivientes.

Ya he mencionado el pánico que me provocaba la pregunta de principio de curso de todas las escuelas o talleres por donde pasé: “¿Qué hiciste durante las vacaciones?”

Scott, el mismo personaje del filme, dice también: “Quiero pedirles que miren al cielo, porque hay otros, en algún otro lugar, bajo el mismo cielo, y no tienen las mismas opciones”. 

Me da risa cuando oigo hablar de “cubano emprendedor”, como si esa palabra fuera aplicable en una sociedad donde se satanizó el dinero y la libertad económica. Todavía ahora, cuando algunas aperturas como la venta y compra de casas o cambios mínimos en la ley migratoria nos hicieron creer que se preparaban las bases del progreso, el presidente Díaz-Canel reitera, por si se nos olvida (como si la realidad no se encargara continuamente de recordárnoslo), que no se permitirá la acumulación de riqueza.

La única ambición permitida es la de permanecer bajo su sombra y ascender mediante méritos políticos. No importa si eres un negociante o artista ajeno al Gobierno, si quieres prosperar tienes que subir los mismos escalones que un militar, (con el riesgo de bajar la escalera de un tirón si solo te sales del guión impuesto), tocar la puerta de su oficina para firmar la venta de tu talento, y de tu libertad.

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