Tú no conoces La Habana

Jorge Milanés Despaigne

HAVANA TIMES — “Mi vida ha sido una constante lucha, como la de todo el mundo” —nos dice el muchacho de unos 30 años que vende espejuelos graduados frente a la casa de mi prima.

“Vine a La Habana a los 15 años y vendí aromatizante de baños cuando la cosa estaba bien dura; tan dura que decidí ser carterista, sí, eso fue lo primero —se mira las manos—, y lo hice en las guaguas y entre los tumultos. Luego acompañé este “oficio” con arrebatar cadenas, carteras etc.

“Después busqué algo más decoroso, empecé a comprar cualquier pedacito de oro o plata deambulando por las calles. Pude reunir un dinero —mira hacia los lados— con el que abrí un negocio de ventas de ropas ecuatorianas, que hoy me aporta más dinero.

“Fue entonces que compré este pequeño apartamento, que para mí y mi mujer y yo está bien; y un carro, ¿quieres verlo?, ven.” —le acompañé y vi el artefacto en que la pareja se transporta.

“No está nuevo pero resuelve”, me dice. “Entre tú y yo —bajando la voz—, esto es solo de tránsito porque ya tengo una peruana, muy buena persona, que se va a casar conmigo, y claro que me voy —hace una pausa, respira — tengo que continuar la lucha más allá de nuestras fronteras.

“Ella sabe todo mi pasado “chama”; tú sí que no conoces nada de La Habana.”

Nací en La Habana —le dije— y conozco todo ese bajo mundo, he tenido que “luchar” como tú dices, pero no de la misma forma, nunca se me ha ocurrido dedicarme al robo y menos a los ancianos, como hacen la mayoría de los carteristas.

Para mí es abusivo, inhumano, yo le llamo a eso “lodo espiritual”, realmente no es mi naturaleza. Es asombroso como has avanzado en la vida sin escrúpulos —acentué—, pasándole por arriba a cualquiera de cualquier modo.

Me imagino que lo que me cuentas es solo una parte, pero no quiero saber el resto.