Juego de las chapillas en el ómnibus

Por Jorge Milanés

HAVANA TIMES – Hace unos años en ciertas calles de La Habana se veía a individuos jugar a la “chapilla” clandestinamente.

Este es un juego de azar ilegal, como todos en Cuba, que consiste en tres chapas de botella encima de una tablilla y una pequeña bola que, con habilidad y destreza, un individuo pasa de una chapa a otra.

Las personas que deciden jugar apuestan cierta cantidad de dinero. Si adivinan en cuál de las chapas quedó finalmente la pequeña bola, ganan el valor previamente convenido.

Hoy en el ómnibus P-3, que va desde Alamar hasta Nuevo Vedado, volví a ver ese juego. Lo realizaba un grupo de hombres que montaron por las diferentes puertas y pasearon el ómnibus haciendo un estudio de posibles jugadores. Uno de ellos comenzó, en tanto los cómplices apoyaban y, desde luego, ganaban.

Otras personas, que no formaban parte del grupo, atraídas por ellos jugaban, perdiendo dinero, relojes y hasta joyas.

“¿Cuánto llevas?” —preguntó el de las chapas a uno que ya tenía en la mira, y que aceptó de inmediato el reto.

“Llevo 10.00 cuc y estoy seguro que vi la bola aquí, dijo tapando con la mano la chapa. Es un mago, afirmó cuando levantó la chapa y vio que no estaba la bola.

El caso más alarmante fue el de una señora que, seducida, decidió jugar y perdió una sortija de oro y 100 cuc.

Tienen una buena estrategia y percepción visual. Escuchan las opiniones de los pasajeros, observan la forma en que van vestidos, diría yo que “buen olfato”, y así direccionan sus acciones.

En ese viaje ameno, un cómplice me incluyó para ayudar a descubrir bajo cuál de las chapas estaba la bola. Pero para ello tenía que mostrar mi billetera, y me darían la misma cantidad de dinero que yo traía, pero 1.00 cuc no era de su interés y continuó probando con otro.

Al sacar la billetera, ellos ven la cantidad y tipo de dinero que se tiene para continuar o no el juego.

El grupo se dispersó cuando un militar les aclaró que si continuaban ordenaría al chofer ir hasta la estación de policía, e inmediatamente fueron bajando uno a uno por parada.

“Yo no confío ni en el chofer”, comentó al militar la señora que perdió los 100 cuc.

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