Isbel Díaz Torres
HAVANA TIMES – Después de revelar, en la primera parte, algunas de las maquinaciones alrededor de las investigaciones alrededor de los transgénicos, y la forma que el tema está siendo tratado en Cuba, es pertinente enumerar algunos de los riesgos e impactos reales que han ido descritos en relación con estos productos.
En abril de 2009, por primera vez, la Asociación Estadounidense de Medicina Ambiental alertó a sus miembros y al público en general de que los transgénicos representaban un peligro para la salud.
Según ella “existe causalidad en la fuerza de asociación, la consistencia, la especificidad, el gradiente y plausibilidad biológica entre el consumo de alimentos transgénicos y los efectos adversos a la salud”.
Entre los efectos negativos, comprobados a partir de decenas de estudios en animales en Escocia, Francia, EE.UU., Austria, y otros países, se mencionan “riesgos serios” como:
La revista Critical Reviews in Food Science and Nutrition publicó en 2009 una revisión de todos los estudios científicos publicados sobre los efectos en la salud humana de los alimentos provenientes de los cultivos transgénicos. Sus autores concluyen que «los resultados […] indican que pueden causar efectos tóxicos (hepáticos, pancreáticos, renales, reproductivos), y alterar parámetros hematológicos, bioquímicos e inmunológicos».
Pero desde antes, en 2002, en la Universidad de Newcastle se realizaron las primeras pruebas en humanos, demostrando que después de una sola comida, el material transgénico había sido adquirido por las bacterias del intestino. Contrariamente a lo que dice la ciencia corporativa y privada, el material transgénico no pudo ser eliminado en el aparato digestivo humano.
Existen otras pruebas públicas de efectos indeseados y daños ocasionados por alimentos transgénicos:
Las alteraciones imprevistas del genoma en los transgénicos son altamente frecuentes, no solo alterando la propia secuencia transgénica, sino también otros genes de los organismos donde se insertan, pudiendo producir deformaciones, esterilidad o la activación de elementos alergénicos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) llama a tener cuidado con los transgénicos. En el año 2005 emitió un informe titulado «Biotecnología moderna de los alimentos, salud y desarrollo humano: Estudio basado en evidencias», en el que asegura:
“El uso de OMG también puede significar riesgos potenciales para la salud y el desarrollo humano. Muchos genes utilizados en los OMG no se encontraban anteriormente en el suministro de alimentos […] en muchos casos se produce una inserción aleatoria en el genoma huésped y, en consecuencia, puede tener efectos no deseados de desarrollo o fisiológicos. […] La introducción de un transgén en un organismo receptor no es precisamente un proceso controlado, y puede tener varios resultados con respecto a la integración, la expresión y la estabilidad del transgén en el huésped”.
Es por eso que resulta alarmante que Cuba, sin legislación que proteja a los consumidores, sin sociedad civil preparada para hacer frente a ese tipo de procesos, sin transparencia en sus operaciones económicas, sin investigaciones independientes en el área de la Salud Pública, se disponga no ya a alimentar a su población con alimentos transgénicos (algo que viene haciendo hace décadas), sino a producirlos y extenderlos en los campos de la Isla.
En la tercera y última entrega, abundaremos solo un poco en el tipo de respuestas que se han suscitado en el mundo ante los alimentos transgénicos, así como la manera opuesta que se ha dado el proceso en el caso cubano.
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