Indalla queda en Cuba

Isbel Díaz Torres

HAVANA TIMES — Indalla es un asentamiento poblacional en plena capital cubana, desconocido hasta por el mismísimo presidente del gobierno del territorio en que está enclavado.

Ubicado en el límite entre los municipios de Marianao y La Lisa, hacia el oeste de La Habana, este barrio marginal fue descubierto hace unos pocos meses por su propio presidente, mientras las unidades de sanidad hacían un pesquisaje en el área.

El cólera en Marianao tuvo un impacto tremendo el pasado año, lo que mantuvo a las autoridades sanitarias en alerta durante varias semanas. Algunas de estas inspecciones llegaron a Indalla, contaminada por los efluvios del atacado río Quibú, y donde se registraron tres casos de cólera.

Las familias pobres que allí habitan, nunca habían tenido el “privilegio” de ser visitadas por el presidente municipal, y allí sobreviven todavía, en casas ilegales, casi todas sin número que las identifique.

Varias de las viviendas de este “llega-y-pon” ocupan el área debajo de un tendido de electricidad de alta tensión, lo cual es ilegal y altamente peligroso para sus propias vidas, pero al parecer el gobierno local se hace la vista gorda, al no tener opciones que brindarles.

El asentamiento se fundó de modo informal hacia finales de la década del 80 y principios de los 90, cuando se planeaba hacer por esa área un laboratorio del Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría (CUJAE).

Por ese motivo se trasladaron al sitio gran cantidad de materiales, pero la obra se detuvo con la llegada del Período Especial. Pese a la frustración de los planes, muchas de las personas se quedaron en el asentamiento, y trabajaban en el comedor de la CUJAE.

Algunos, según declaraciones de un vecino, sembraban marihuana y la vendían al módico precio de 5 pesos cubanos por cada chapita de botella cerveza.

Actualmente, las paredes de los muros del lugar muestran simbologías típicas de los abakuá, pero lo cierto es que, aunque intentaron fundar un Juego, la iniciativa fue rechazada por otras organizaciones religiosas colindantes.

Solo esperemos el gobierno se detenga con más frecuencia por estos lares, pero no para desalojarlo (como acaba de suceder en Guanabo), sino para ayudar a estas familias cubanas, que sobreviven en muy difíciles condiciones.

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