El Código de Trabajo cubano no ignoró la diversidad sexual

Isbel Díaz Torres

HAVANA TIMES – Haroldo Dilla acaba de publicar un interesante análisis sobre la situación del público LGBT cubano. Es una pena que esté basado en una información totalmente errada, y por ello desinforma con una voluntad claramente tendenciosa.

Dilla asegura que la comisión especializada de la Asamblea Nacional, que debía incluir las peticiones del CENESEX sobre la no discriminación laboral por razones de preferencias sexuales “eliminó toda referencia a la diversidad sexual”.

Ello es muy fácil de desmentir.

La Ley No.116 Código de Trabajo, aprobada en diciembre y efectiva desde junio de 2014, reconoce explícitamente los derechos de las personas homosexuales. El inciso B del artículo 2 se refiere a la discriminación en el ámbito laboral:

“Todo ciudadano en condiciones de trabajar tiene derecho a obtener un empleo atendiendo a las exigencias de la economía y a su elección, tanto en el sector estatal como no estatal; sin discriminación por el color de la piel, género, creencias religiosas, orientación sexual, origen territorial, discapacidad y cualquier otra distinción lesiva a la dignidad humana.”

Por tanto, no estuvo atento a los debates televisados, o lo que es peor, escribió su artículo sin siquiera haberse leído la ley sobre la que habla.

Para un analista sobre la realidad cubana, no haberse leído el Código de Trabajo a estas alturas del campeonato me parece casi una falta de respeto (aun cuando haya que tener gandinga para dispararse el lenguaje leguleyo del documento…)

De eso se trataba la alegría de los activistas LGBT en la isla, tanto de los “oficiosos”, como los “no oficiosos”. Fue una victoria real que el texto de Dilla desconoce olímpicamente. Como desconoce olímpicamente la presencia (y cada vez con más fuerza y visibilidad) de un activismo que no crece a la sombra del CENESEX, aunque reconozca los avances reales de las gestiones de esa institución estatal, así como sus límites.

De tal modo, Cuba hace bastante tiempo que no está en “ese lugar lamentable en que se encuentra en temas de la diversidad sexual”. Los tiempos han cambiado mucho, pero hay quienes insisten en ignorar que la Tierra rota sobre su eje.

La situación en la naciones del Caribe, que Dilla conoce muy bien, empeora cada año, con horrendos crímenes y legislaciones que criminalizan las conductas homosexuales, lo cual las coloca en un lugar más que “lamentable”, alarmante, y muy lejos de la realidad que vive la isla. Es importante poner las cosas en perspectiva.

Nuestras recientes demandas (y también las del CENESEX) se refieren a la no inclusión de la identidad de género y el estatus frente al VIH, como identidades que necesitan una mención explícita, a fin de garantizar los derechos de estos públicos.

Las personas trans son constantes víctimas en Cuba por no disponer de legislaciones que las amparen, en una sociedad todavía homofóbica (y en ello se incluyen las instituciones estatales).

A modo informativo, y solo para “actualizar” al escritor, le digo que el PCC, en sus lineamientos (que por fuerza constitucional, son los lineamientos de todos los cubanos, por más que nos pese, y por más que no tenga nada de democrático), también incluyó elementos de protección al público LGBT cubano.

“Lineamiento 57. Enfrentar los prejuicios y conductas discriminatorias por color de la piel, género, creencias religiosas, orientación sexual, origen territorial y otros que son contrarios a la Constitución y las leyes, atentan contra la unidad nacional y limitan el ejercicio de los derechos de las personas”.

“Lineamiento 69. Reflejar a través de los medios audiovisuales, la prensa escrita y digital con profesionalidad y apego a las características de cada uno, la realidad cubana en toda su diversidad en cuanto a la situación económica, laboral y social, género, color de la piel, creencias religiosas, orientación sexual y origen territorial”.

Por supuesto, es insuficiente, pero tampoco como para ignorarlo. Es preciso que hagamos análisis balanceados y basados en la realidad.

Creo que nuevamente Dilla se va con la de trapo. No obstante, considero que hay valores en su texto, pues es posible llegar a muy similares conclusiones, a pesar de la desinformación y las pifias de su última entrega.

También comparto su perspectiva de las carencias democráticas y sus críticas al sistema de funcionamiento del parlamento cubano, que de transparente tiene lo mismo que un ladrillo.

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