Sentada en el lobby del Hotel Cohiba

Irina Pino

En el Melia Cohiba

HAVANA TIMES — Venía de hacer unas compras en Galerías Paseo, y se me ocurrió entrar a sentarme en el lobby del Hotel Cohiba. Necesitaba un respiro, y de paso disfrutaba de un poco de aire acondicionado para recobrar las fuerzas.

Las puertas de cristal se abren y entro como cualquier turista. Diviso un cómodo sofá para descansar mis piernas. He estado todo el día haciendo mandados, un sudor incómodo se me pega a la piel. Odio el calor.

Miro a la gente foránea que va de un lado para el otro, muchos de los que están sentados, tienen sus celulares y laptops, y se nota que se encuentran conectados a internet o tratan de hacerlo. Todo el mundo anda en sus propios asuntos.

Una empleada de limpieza tira los ceniceros repletos de colillas, otra, más allá pasa el trapeador por el suelo. Siempre son de pieles oscuras, la formula es invariable, un detalle curioso que me hace recordar a los empleados de otros hoteles.

De pronto siento deseos de orinar, había ingerido un refresco y un frasco de agua, por lo que busco un baño para aliviarme. Di algunas vueltas, y el único que encontré estaba cerrado; pensé: – si a un extranjero le entran ganas de orinar, debe tomarse el trabajo de subir a su habitación. Entonces, decidí retornar al mismo sofá, y continuar reflexionando en mi retiro.

En la carpeta atendían a los hospedados con extrema cortesía, los empleados hablaban bajito y ni siquiera gesticulaban. También desde allí, divisaba un pequeño bar, donde solo había un cliente.

Personas con sus equipajes llegaban, otras salían a buscar su taxi para dejar el hotel.

Por un instante trato de forzar a mi fantasía: arribo a este lugar y me reciben con respeto, como se debe tratar a un ser humano. Me registro en la misma carpeta, me siento y me conecto a internet con igual naturalidad. Luego, en la habitación, una ducha caliente, servicio de habitaciones, o bajar y comer en la mesa bufet.

Es cierto que para poder convertir el sueño en algo concreto hay que trabajar duro y acumular mucho dinero. Conozco a dos o tres que han logrado hacer reservaciones en hoteles, pero han sido horribles, de apenas dos estrellas, donde el cubaneo ha convertido la estancia similar a un campismo. Comida mal hecha y condiciones pésimas. Sin embargo, todo responde a un “todo incluido”. Un imán publicitario que seduce y engaña a muchos.

Supongo que la aventura no es ésa, la verdadera es la que tengo ante mis ojos.

Al fin, me levanto y me voy. Las puertas de cristal vuelven a abrirse. Voy de regreso a casa. Por todo el camino solo pienso en que debo aguantar las ganas de orinar.

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