La política de Salud en la Cuba revolucionaria: pasado, presente y futuro

Graham Sowa

Médicos cubanos. Foto/archivo

HAVANA TIMES — “La Salud pública en Cuba no es una prioridad…”, mi profesor de la asignatura Salud pública por fin dijo algo que me sacó de soñar despierto “… es una obsesión”.

Después de realizar trabajo clínico durante dos años en un hospital cubano, regresar a un aula para aprender la teoría de la Salud pública está de alguna manera entre adormecer la mente y enfurecerme.

A menudo me pregunto cómo pude antes tolerar esta tontería. Tal vez se deba a que mi español era peor y no entendía cómo esta teoría parecía vacía mientras fuera del aula ocurre una realidad muy diferente.

Aparte de la autoinfligida falta de conexión entre la teoría y la realidad cubana, mi profesor tiene absolutamente toda la razón, la Salud pública en Cuba es una obsesión.

Llegar a la situación actual de un sistema sanitario singular y financiado por el Estado es un viaje marcado por cuatro períodos clave y una quinta etapa contemporánea que aún se está definiendo.

En el inicio del Gobierno Revolucionario en 1959, el panorama del sistema de Salud pública cubano se parecía mucho al vigente actualmente en los Estados Unidos: diversos niveles de servicios públicos, privados, religiosos y de ayuda mutua.

El sistema sanitario público revolucionario comenzó con una significativa escasez de recursos humanos, pues decenas de miles de profesionales abandonaron el país.

El Gobierno reaccionó mediante la formación de nuevos doctores en nuevas escuelas de Medicina. El primer grupo de graduados celebró su graduación en el pico Turquino, el punto más alto de la Isla. Los invitados fueron los campesinos de los alrededores, que pronto se beneficiarían con estos nuevos graduados a través del Cuerpo Médico Rural. Este acto simbólico marcó la pauta de la Salud cubana para el futuro.

Junto con la formación de miles de nuevos galenos la nacionalización de los centros de asistencia médica comenzó en serio. Los seguros de Salud o los llamados hospitales de “ayuda mutua” eran 226 en 1961. Para 1968 todos, excepto 27 habían sido puestos bajo el control del Estado. El hospital Salvador Allende, donde trabajo, que en alguna ocasión formó parte de la sociedad asturiana, es un legado de este período.

La última institución nacionalizada (en 1970) fue el “Centro Benéfico Jurídico de Trabajadores de Cuba”, ahora un hospital pulmonar que realiza nuestras broncoscopias y el tratamiento hospitalario a la tuberculosis.

El segundo paso fue el Plan de Salud de 1970 a 1980. Se cambió el enfoque de tratamiento de la enfermedad por la prevención de esta, tanto en las ciudades como en las zonas rurales.

La malaria, la poliomielitis y la difteria fueron erradicadas. Se dijo que el dengue también fue eliminado, pero ahora se puede alegar que una vez más es una enfermedad endémica, tal vez sucede igual con el cólera.

La atención médica no llegó a ser universalmente gratuita hasta la segunda década de la Revolución.

Durante ese mismo tiempo la misión médica cubana internacionalista comenzó a expandirse a tres continentes, una continuación de las brigadas que formaban el Cuerpo de Salud Rural en las montañas del oriente de Cuba.

La tercera etapa del desarrollo de este sector se produjo en los años 70 y 80 con la nueva tecnología proveniente de la antigua Unión Soviética. Se crearon institutos de investigación, y Cuba sigue siendo uno de los pocos países de América del Sur y el Caribe con una amplia oferta de especialidades médicas y campos de investigación.

El famoso policlínico y el médico de la familia se introdujeron como un concepto experimental en 1984 para crear un sistema de prevención y tratamiento de tres niveles y altamente estructurado que abarcaría a todos los ciudadanos del país.

Médicos cubanos en Venezuela. Foto Miozotis Fabelo

Este modelo se extendió a todo el territorio nacional en 10 años y actualmente abarca la extendida política sanitaria. Esto es también lo que me aburre en la clase de Salud pública.

El cuarto periodo en la Cuba Revolucionaria sobrevivió un fuerte gancho y un duro golpe de derecha. El primero llegó en forma de colapso con la caída de los proyectos socialistas de Europa del este, y el segundo, con la firma de las leyes Torricelli y Helms-Burton.

La caída de la Unión Soviética eliminó los subsidios externos al sector y el apoyo tecnológico; mientras el redoblado bloqueo estadounidense hizo que fuera prácticamente imposible conseguir dinero y apoyo de otras fuentes.

Estas crisis en la Salud pública cubana han formado la realidad del sistema en el que vivimos actualmente.

Los médicos y los pacientes están acostumbrados a trabajar y a ser atendidos con escasez de materiales. Todo el mundo sabe que la comida del hospital será terrible, y que tener buenas relaciones con las personas que laboran en este campo es la parte más importante de navegar la burocracia de la atención.

El gasto masivo en la Salud aumentó aún más cuando se inauguró en 1999 la Escuela Latinoamericana de Medicina, beneficiando a estudiantes de otros países (como yo). Esto probablemente marca el último gran cambio de los servicios sanitarios promovidos por Fidel Castro.

Desde que Raúl Castro asumió la presidencia esta rama ha enfrentado los mismos problemas que enfrentan muchas nuevas empresas de tecnología en Silicon Valley: ¿cómo monetizar un servicio gratuito sin sacrificar la calidad o la creación de barreras?

La respuesta a esta pregunta es lo que propongo como quinta etapa de la Salud cubana: la creación de un sistema a nivel internacional rentable basado en el anterior modelo internacionalista de igualdad.

Los médicos cubanos que trabajan en Venezuela y Brasil y ganan dinero para el Gobierno han arrojado buenos resultados para millones de personas y un montón de crítica sobre la coerción estatal de los empleados públicos.

Sin embargo, decenas de miles de cubanos continúan yendo a las misiones. Aunque algunos dejan estos proyectos y emigran a otros países, muchos más están más o menos satisfechos con la experiencia. Al menos esa es mi impresión por las palabras de los que regresan.

La escuela de Medicina, la residencia, la investigación y el sector de la Biotecnología se han mercantilizado internacionalmente como una fuente de ingreso para el Estado cubano.

Lo que en la década de 1970 se convirtió en un sistema de salud gratuito es una de las mayores fuentes de ingresos para el Estado. Esta increíble paradoja debería dejar, por lo menos, que las suposiciones de Estados Unidos sobre el comunismo estático que gobierna en la Isla se queden a un lado.

Lo que está surgiendo en este sistema es un mecanismo de generación de capital con el fin de continuar con la atención médica gratuita para el pueblo.

La semana que viene una de nuestras salas de Medicina Interna en el hospital Salvador Allende estará cerrada a la población para ser usada por el turismo médico. Una vez más pacientes que pagan caminarán a través de sus pasillos después de 50 años y pico de atención médica gratuita.

La obsesión por la Salud en Cuba ha llegado hasta el punto de aceptar que entrar en el mercado de la salud globalizada podría ser la mejor manera de salvar el socialismo.

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