Cuba en la televisión estadounidense

Graham Sowa

Edificío en Baracoa, pueblo costera de La Habana cerca de la escuela de medicina ELAM.

Hace una semana volví a Estados Unidos de vacaciones, pero Cuba no me dejó solo durante mucho tiempo.

Unos días después de regresar a mi país vi un episodio sobre Cuba en el show de viaje y comida No Reservations de Anthony Bourdain.

Pensé en la cantidad de trabajo que debe requerir la filmación de un show de la televisión estadounidense en Cuba, por supuesto que se deben realizar algunas reservaciones.

Previendo ver más a Cuba en la TV, estaba casi seguro de haber reconocido a Anderson Cooper en mi vuelo Habana-Miami.

Se confirmaron mis sospechas de quien creí ver en la Terminal número 2 del Aeropuerto José Martí. Justo después de que nuestro avión aterrizara, el señor Cooper mandó un mensaje de twitter que había llegado de Cuba en “una tarea de 60 minutos”. Parece que los productores americanos piensan que Cuba está lista para las horas de máxima audiencia.

En Estados Unidos los shows televisivos sobre Cuba tienen dos constantes: primero, usualmente escogen un lado políticamente aunque intenten aparentar que son imparciales; segundo, las muestras de video de La Habana y las narraciones que lo acompañan son casi siempre las mismas.

Alejado un paso de la primera de estas constantes, el show de Anthony Bourdain  No Reservations se centró en conversaciones aparentemente francas entre los cubanos y el anfitrión del programa. Estos intercambios finalizaron con el fracaso de Bourdain de lograr atravez de la bebida que los cubanos que trabajaban con él hablaran “libremente”Afortunadamente para los televidentes, Bourdain no tomó partido político ni de un lado ni del otro y dejó que nosotros consideráramos su experiencia.

Al episodio de No Reservations no tomó partido, pero se llenó de lo que acostumbramos ver acerca de La Habana en las televisoras estadounidenses.

El Malecón: el narrador dice que siempre está lleno de gente y entonces muestra una buena vista de este al atardecer, preferiblemente con una pareja abrazada, eclipsando el horizonte.

Los viejos automóviles: siguen rodando ingenuamente y muestran lo modernizada que estaba Cuba antes del triunfo de la Revolución.

Los edificios desmoronado: diversidad de arquitectura colonial y su preservación, más por la necesidad de usarlos que por la nostalgia del pasado.

La televisión está vendiendo a Cuba de la misma forma que muchos programas de viajes venden cualquier destino turístico en el mundo, con un enfoque rígido en los puntos que sobresalen y una narración que vende demasiado el sentimiento. La televisión es una vacacionista que jamás se arriesga más de una docena de metros fuera de la guagua turística.

Por ejemplo una toma de una calle histórica se hace con el objetivo de sugerir que un pueblo entero se preserva en tiempo y espacio. Sin embargo solo a unas pocas cuadras la modernidad ha hecho que el lugar no se diferencia mucho de cualquier construcción de finales del siglo XX. El encanto ha desaparecido, pero como siempre, Cuba es diferente.

Las escenas de los viejos carros, los edificios corroídos por el salitre y El Malecón son más sinceras que otros destinos turísticos. En realidad la capital cubana parece una ciudad que tiene cientos de años, los carros viejos sí llenan las calles, y El Malecón es la avenida social de la ciudad (siempre y cuando el tiempo lo permite).

Sí, es verdad que algunas cosas son nuevas y otras han sido renovadas, pero a diferencia de otras ciudades que solo preservan una parte o el “casco histórico” de su pasado, una confluencia de circunstancias ha permitido que La Habana se mantenga diferente a otras capitales del nuevo mundo.  Y a la televisión le encanta lo diferente.

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