Un mal diagnostico

Francisco Castro

Hospital “La Ceguera”

HAVANA TIMES — Nunca supe su nacionalidad, y no recuerdo su nombre. Pero nada de eso es importante. Solo que estaba en el Cuerpo de Guardia de ese hospital, ese día, y entre tantos médicos, le tocó a él atenderme.

Hacía cerca de dos semanas que tenía enrojecidos mis ojos. Lo atribuí al cansancio, la falta de sueño, o las lecturas con poca luz. El caso es que cada día se ponían peor, así que decidí ir con un especialista.

Este hospital, conocido popularmente como “La Ceguera”, me fue recomendado como el mejor en su especialidad, así que, aunque sentía el susto habitual cuando se visita un lugar como este, tenía la tranquilidad de que iba a ser atendido por profesionales bien preparados.

Cuando llegó mi turno, entré a la consulta, y encontré a una doctora, que atendía a una paciente, y a este muchacho, evidentemente extranjero, que me indicó que me acercara.

Luego de la primera revisión a simple vista, y las preguntas de rutina, me pidió que me sentara ante un equipo con el que se revisan los ojos con más profundidad. Y después de mucho meditar, resolvió que el enrojecimiento era debido a que tenía heridas en la córnea.

Me recetó unos medicamentos en colirio que debían aplicarme inmediatamente en la enfermería, y la oclusión del ojo izquierdo por 24 horas. Al día siguiente debía hacer lo mismo con el ojo derecho, pero esto me lo podían hacer en el policlínico de mi área de salud, para no tener que hacer el viaje hasta ese hospital.

Con el corazón en la boca por semejante diagnóstico, y la mitad de mi visión perdida, regresé a mi casa. Y fueron las 24 horas más incómodas que he vivido. Rompí varias cosas en la casa y casi no pude dormir pensando en el inminente peligro de perder la vista y todo lo que esto traería aparejado.

Al día siguiente, el oftalmólogo de mi policlínico me quitó la venda, lleno de dudas después de escuchar mi relato. E inmediatamente que me revisó, me dijo con una leve sonrisa que lo que tenía era conjuntivitis.

Me recetó varios medicamentos, y me indicó lavados especiales y compresas. Me pidió que le enseñara nuevamente la receta con las indicaciones del médico anterior, y me preguntó si era latinoamericano. Le dije que sí, y un gesto de negación con la cabeza dio por concluida la consulta.

Una semana después estaba casi curado. Repetí la visita a la consulta del oftalmólogo de mi policlínico, como me había indicado. Al despedirnos, junto al apretón de manos, el médico me sonrió y dijo: “Así que heridas en la córnea…”

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