¿Refugiado político?

Erasmo Calzadilla

Ayuda de comida.

HAVANA TIMES — Acabo de llegar del mercado. Compré un montón de comida rica y saludable que en Cuba era difícil conseguir: pan y arroz integral, manzanas frescas que te mantienen alejado del médico, juguito de naranja… Los vegetales limpios y frescos, los dependientes amables, jabitas (bolsas) amigables con el medio ambiente a un precio módico… ¡Qué maravilla! Y todo eso me lo regalan, no he tenido que pagar un centavo.

Quiero dedicar unas palabras de profundo agradecimiento al contribuyente estadounidense que de manera indirecta paga por la ayuda que estoy recibiendo. Extiendo mi agradecimiento a todos los trabajadores del mundo que de manera un poco más indirecta contribuyen al poderío de esta gran nación y a la fortaleza de su moneda por las más diversas vías: robo de cerebro, petrodólares apoyados con el poder de las armas, externalización del costo ambiental de su huella ecológica y otros muchos mecanismos que los asiduos a la Mesa Redonda conocemos bien. Extiendo aún más allá mi agradecimiento, a la Pacha Mama que ya debe estar empachada de nosotros.

El hotel Bridge.

Pero eso es solo un comercial, lo que quería contar es este post, ahí va.

En el hotel Bridge (campamento cubano sobre el río Bravo) todo el mundo estaba medio bota’o o con el tema de la Ley de Ajuste Cubano; los compatriotas pensaban que en la entrevista con Inmigración debían pedir amparo bajo dicha ley o algo así.

En la mañana se armó un forodebate que obstruía el continuo paso de mexicanos que regresaban cargados de pacotilla sudcoreana comprada en EE.UU. Los mexicanos son tan dulces y suaves… no vi a uno que se molestara. Al contrario, con amabilidad pedían permiso para pasar y con paciencia esperaban que los cubanos les concedieran el paso a su país.

Había entre nosotros un venezolano chévere y bien informado -esposo de una cubana y con tres hijos en el campamento- que explicó muy bien la situación: Ustedes no pueden acogerse a la Ley de Ajuste Cubano, eso es después de un año. Ahora deben entrar como refugiados políticos y demostrar ante los oficiales de Inmigración que tienen miedo al gobierno de Cuba, que son perseguidos o algo así.

Patrulla fronteriza

Aquello le puso la cabeza mala a todo el mundo, hasta a mí. Una muchacha de Cojímar sentada a mi lado quedó un rato como pensativa, los ojos fijos en las aguas del Bravo. De pronto expetó: ¡Ya sé lo que voy a decir! Nos quedamos esperando que lo compartiera, a ver si nos daba alguna pista, más ella viró la cara y mantuvo su boca cerrada. No quería que le robaran la idea.

Entonces me dije: “Mi mismo, tú no tienes de qué preocuparte. Si hay alguien aquí que haya levantado una uñita para razgarle la pintura la dictadura castrista eres tú, y además es perfectamente demostrable. Así que tranquilo”.

Pero esa noche cuando mi cabeza descansaba sobre la almohada en mí suite del hotel Bridge, con vista al río, una inquietud golpeaba lo que queda de mi esponjoso cerebro: ¿Soy yo un perseguido político? ¿Es honesto de mi parte pedir asilo político?

Nota: Apoyo y alzo mi voz porque sea concedida una visa humanitaria a los cubanos acampados en las puertas fronterizas de los EE.UU. Ellos fueron tentados a abandonar su país por una ley que de pronto y, sin previo aviso, desapareció.

Fila de mexicanos.

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