Erasmo Calzadilla
Comparemos un poco. La gravedad, tan poderosa, y universal, es a la vez una fuerza muy noble: podemos calcularla, modelarla y predecir comportamientos a largo plazo a partir de ella. A su lado la atracción sexual parece un demonio reacio a cualquier intento de acercamiento racional.
Si por casualidad eres de los que gusta de los encantos femeninos, en la Habana te vuelves loco. Una simple caminata callejera en plan vacilador suele reportarme más gozo espiritual que la visita al museo de bellas artes. Aún así, para disfrutarlo de veras es preciso saber lidiar con la angustia.
Canalicemos la angustia pues, pensando, y para cerrar el circuito pensemos en el sexo. ¿Cómo y por qué nos domina? ¿Habrá alguna manera de liberarnos a discreción de su furia? Arrestémonos, valientes, al meollo de estas difíciles cuestiones, que de los cobardes nada se ha escrito.
A continuación comparto con ustedes mis últimos adelantos al respecto.
Ya sospechaba yo, gracias al mismísimo Platón, que tras la belleza en sentido general (y la de los mancebos y doncellas, en particular) había mucho de matemática. Intuía que las curvas que tanto me alborotan la tripa eran susceptibles de ser representadas por medio de ecuaciones. Anhelaba profundizar en el tema pero no tuve necesidad; la respuesta confirmatoria me llegó de la nube.
A mediados del siglo pasado Pierre Bézier trabajaba para Renault en la modelación de curvas estilizadas. El resultado de su esfuerzo culminó con el descubrimiento de una herramienta matemática conocida como Curvas de Bézier, útil para diseñar líneas suaves y sensuales que cautivan la vista y provocan el deseo de manosear. Desde entonces los diseñadores de objetos para el mercado han abusado del recurso.
Muchos creen que el gusto sexual está regido por la química y las hormonas. Aún en la cuerda naturalista hay quienes lo consideran una suerte de pulsión biológica destinada a la conservación de la especie. Otros, en cambio, lo achacan al fenómeno social de la moda. Creo que las curvas de Bézier desmienten o al menos matizan estas tesis.
La posibilidad que ofrecen de simular los patrones universales de belleza (incluida la corporal) sugiere que la atracción sexual es, en buena medida, fruto de complejas operaciones cognitivas a nivel subconsciente.
En otras palabras, los vaciladores somos unos viciosos, cierto, pero de la geometría; matemáticos intuitivos subyugados por la riqueza y elegancia de ciertas relaciones numéricas.
Pero hasta la perfección de una línea estrictamente matemática termina por hartar y de rebote uno termina añorando cuotas de anarquía y corrupción.
Abajo les dejo un código que elaboré en javascript para diseñar (y contribuir a desmitificar) a la donna de mis sueños húmedos.
Las instrucciones son:
Mediante botones ubicados en la parte inferior del lienzo podrá cambiar el color y grosor de la línea, ocultar o mostrar los controles, y guardar la imagen.
Nota: El Código estará en un comentario que va a colocar Erasmo.
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