Erasmo Calzadilla
Viendo caer los viejos tiranos de arabilandia, empujados no por otros huevones como ellos sino por manifestaciones populares callejeras, me emociono, me agito y brinco anhelando el día en que acá podamos hacer lo mismo.
Luego me pongo “responsable”: ¿cuál será el precio? ¿cuántos morirán? ¿Quién remplazará a los tiranosaurios?
Tantos años de monopolio gubernamental nos ha atomizado y entumecido. Apenas sabemos organizarnos para el más elemental proyecto colectivo, no digamos ya una movilización popular. Pero quién sabe, lo nuevo suele aparecer en momentos convulsos.
Muchas personas (no solo malintencionados o confundidos) anhelamos el desmoronamiento de la raspadura*, pero muy probablemente ciertos cabrones, apoyados o no por los amiguitos del norte, acechan sigilosos el momento en que los protoheroes se lancen contra los tanques de guerra para luego instalarse en los puestos de mando.
Por eso me cuido de alentar a nadie; tampoco quisiera desalentar a alguien.
Pero en fin, si finalmente se “calienta el party” (algo que en verdad me luce distante) tendremos que pasar un intensivo en organización popular. Sobre todo para evitar actos vandálicos y criminales, y la implantación de otro tirano. Tal vez habría que refundar los CDR*.
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(*) Raspadura: monumento situado en la Plaza de la Revolución que simboliza el gobierno “revolucionario” de los Castro.
(*) CDR: Comités de Defensa de la Revolución, organización barrial “coordinada” desde arriba. En la actualidad está al servicio del aparato.
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