Lo que me hubiera gustado oírle decir al Papa

Erasmo Calzadilla

Cuba dió la bienvenida al papa Francisco. Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES — Queridas hermanas y hermanos, la crisis civilizatoria que ya nos castiga es, a no dudarlo, una crisis de conciencia. Superarla no dependerá de eventos materiales como encontrar una fuente ideal de energía, eliminar de la atmósfera los gases de efecto invernadero, detener el crecimiento poblacional, cambiar el modelo social…

Todos esos problemas están inter-vinculados y son síntomas de uno mayor. En caso de que resolvamos alguno puntual (el energético por ejemplo, mediante el dominio de la fusión nuclear) en menos de lo que canta un gallo tendríamos encima otro peor. Cuando nos atrevimos a cambiar el modelo social, de inmediato apareció otro tan malo o igual que el anterior.

A solucionar los problemas aplicando más de lo mismo, pero con más intensidad, se le llama escapar hacia adelante. En un mundo finito y a tope, como el nuestro, escapar hacia adelante es garantía de fracaso. Hay que frenar y cambiar el paradigma; debemos superar el estadio adolescente de la humanidad.

Digo adolescente porque es el momento de la vida en que el cuerpo físico crece, pero la mente queda rezagada; eso, al parecer, es lo que nos está sucediendo.

No creo que sea culpa de nadie, no creo que unos macabros conspiradores hayan aprovechado los medios para producir una masa de consumidores compulsivos o adoradores descerebrados de algún líder carismático. No, desde mi punto de vista es una crisis de edad, un paso lógico en el devenir de la humanidad, la extensión al absurdo de la idea del hombre que retoñó en el renacimiento.

Para el hombre del renacimiento, el mundo era una especie de jardín infinito donde corretear y curiosear, un universo pletórico de criaturas a las que dominar y conquistar sin el menor cargo de conciencia.

Durante mucho tiempo creímos que el renacimiento había sido un gran paso liberador, la vuelta a la luz luego de tantos años de oscuridad, el abandono definitivo del lastre que significa creer que una supra-conciencia nos observa. Este es el momento de comprender que no era tan sencillo, que la Tierra no es nuestro campo de juegos, sino, acaso, un saco vitelino al que estamos profundamente religados. Es la hora de darnos cuenta que hay una conexión espiritual entre los seres y que la supra-conciencia estará siempre ahí, aunque la ignoremos.

En cinco siglos el muchachón renacentista se nos ha convertido en un huevón. Ya consumió el líquido amniótico, pero quiere seguir viviendo a todo tren, ya se cagó en el inmaculado vientre, pero en vez de limpiar pretende largarse a otro planeta a conquistar, parasitar y contaminar. Cualquier cosa está dispuesto a hacer ese malcriado antes de madurar. Por suerte no hay planetas a saquear en el entorno cercano.

Madurar psíquicamente no parece tan difícil. No es preciso que nos convirtamos en yogas, monjes, místicos, santos, practicantes de la toltequidad, fieles seguidores de Jesucristo u otro gran maestro espiritual… Bastaría interrumpir la compulsión a consumir y crecer económicamente; bastaría pensar y actuar con un poco de sensatez secular, porque lo terrenal es divino también.

Pero no, incluso eso luce demasiado complicado. La inercia capitalista es indetenible y la mente colectiva no da signos de estar a la altura.

Por ese camino pronto nos veremos ante una disyuntiva: saltar a la adultez de la especie o retroceder a la ignorancia y a la bestialidad.

¡Vivan la libertad, la anarquía y el sexo libre!, amén.

Ah, y muy importante, no se olviden de rezar por mí.

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