Erasmo Calzadilla

Frasco y hollejo.

HAVANA TIMES — ¿Cuál es la calidad de mi semen? Eso intenta averiguar los médicos.

La primera prueba a que me sometí dio un resultado tan malo que los técnicos se preguntaban si en vez de eyacular, no habría escupido en el frasquito. Suelo estar orgulloso de no ser un Macho pura sangre pero al recibir la mala nota me golpearon ciertos complejos.

Luego recibí un tratamiento y el segundo espermograma dio pura leche condensada. Esta vez mis chicos eran tan fuertes que hacían olas en el frasquito mientras nadaban ansiosos en busca de un ovario inexistente; pobrecitos.

La diferencia entre el primer resultado, propio de un sesentañero que vive del retiro; y el segundo, típico de un mozalbete fisiculturista, hizo sospechar a los médicos que algo andaba mal. ¿Un trueque de muestras tal vez? No sería la primera vez.

Hoy vengo de hacerme el tercer espermograma y quiero compartir la experiencia. No por afán exhibicionista, lo juro, es que me encantaría saber cómo resuelven otros, y que mi historia sirva de ayuda a alguien. Ahí va.

Voy camino al “paredón de fusilamiento”. No tengo laptop así que trato de llenar algunos bytes de mi pobre memoria con imágenes sensuales que capturo a mi paso. La cosecha no es buena pues a medida que se acerca la hora cero el sexo me resulta más ajeno y extraño; la realidad se ha ido desensualizando.

¿Qué tiene de atractivo un culo? ¿Cuál es la gracia de unas caderas contorneadas? ¿Por qué querría alguien chupar una glándula mamaria sin leche?

El cuartico.

Un conjunto de membranas, estructuras de soporte y tuberías por donde fluyen sustancias malolientes ¿qué excitación sexual pueden generar? Ninguna.

Y exactamente, ninguna excitación me socorre en el anti-sexy cuartico de los tiradores mientras una de mis manos sostiene el frasquito para el semen y la otra el hollejo renuente a crecer.

Hay una cola afuera esperando y el apremio arranca de raíz lo que queda de mis ganas. ¿Por dónde andan ahora esos recuerdos eróticos recurrentes que no me abandonan ni en los velorios?

Emprendo, entonces, una carrera contra mi propia mente. Cierro los ojos y trato de imaginar que estoy en un lugar agradable, con una chica simpática que frota contra mí su piel desnuda…

En vano, no más logro un poco de presión la conciencia irrumpe para recordarme donde estoy. La mente no puede correr más que la mente.

Insisto en el zarandeo sin inspiración cuando de repente, milagros de la fisiología, una corriente de escasos milivoltios me recorre el bajovientre. Mi mente reacciona tratando de apagar el incipiente fuego a golpe de lucidez y hace retroceder a la física. Cae el voltaje, mas una oportunidad se vislumbra.

En el cuarto de las pajas hay una pequeña hendija cuyo campo de visión da a un lobby donde varias mujeres esperan ser atendidas. Apenas distingo algo: el filo de unas tetas, la silueta de unos muslos… Poca cosa, pero suficiente para distraer a la conciencia unos instantes y darle ventaja a la conspiración de la carne.

Continúa el pugilato sin veredicto definido hasta que unos espasmos anuncian la llegada del chorrito caliente.

El aporte a la causa es mínimo; la batalla ha sido dura.

 

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