Doce apóstoles del crecimiento económico

Erasmo Calzadilla

HAVANA TIMES — ¿Por qué se ha desacelerado la economía cubana? En torno a esa pregunta caliente gira la entrevista realizada por Ariel Terrero a doce economistas cubanos.

Entre las causas de la desaceleración los expertos mencionan el exceso de centralización, la errática política de inversión, el descontrol, la baja demanda interna, los salarios miserables, el escaso protagonismo de los trabajadores en la toma de decisiones, la falta de transparencia, la ausencia de un mercado de insumos, la descapitalización, la doble moneda, las trabas puestas por la burocracia a la empresa estatal y la tímida apertura al sector privado que no acaba de liberar las fuerzas productivas.

Como cada uno menciona un aspecto distinto Terrero ha titulado su entrevista “Doce economistas en pugna”; pero yo no percibo ninguna pugna, más bien un altísimo nivel de convergencia.

Todos ellos, incluido el periodista, parten de una certeza implícita: lo normal, lo sano, lo bueno, lo anhelado es el crecimiento exponencial, cuanto más mejor. Prosperar solo un poquito, como ocurrió este año, les parece un hecho alarmante, digno de una revisión profunda, síntoma de que algo no va bien. Uno de ellos afirmó con énfasis: “¡0,6% no es crecimiento!”, otro dijo “¡es un resultado anémico!” y un tercero: “¡el estancamiento para nada es bueno!”.

De especialistas de tan alto nivel yo esperaba más que un abordaje a nuestros problemas desde los referentes de la economía capitalista del siglo XX.

La economía capitalista, en cualquiera de sus variantes, redujo a los hombres y mujeres a recursos humanos (término empleado por “los apóstoles”) y propició el deterioro actual de nuestro medio ambiente. El cuerpo teórico que sustenta dicha praxis parte de un peligroso y falso axioma: La inagotabilidad de los recursos y de los sumideros.

Analicemos con más detalles

El exceso de centralización, una política de inversión inadecuada y el resto de los obstáculos mencionados por los expertos consultados pueden frenar el desarrollo económico pero no creo que ese sea el pollo del arroz con pollo. Ni un niño crece sin alimentos ni el PIB de una nación sin energía.

La siguiente gráfica confeccionada por la Agencia Internacional de la Energía (AIE) representa el consumo mundial de energía versus GDP mundial. Podemos constatar que la relación entre comer y crecer es, además de obvia, estrechísima.

Es decir, bastaría un vistazo al consumo energético de un país para llevarse una buena idea del estado metabólico de su economía. Echemos una ojeada a la evolución de nuestra dieta petrolífera.

Con estos datos delante ¿sorprende el frenazo de la economía cubana? No, lo asombroso es que no haya caído más abruptamente.

Estoy sugiriendo que el PIB ha crecido poco porque hemos “comido” poco pero cabe la posibilidad de que sea al revés. Es posible que haya crecido poco debido a los problemas mencionados por “los apóstoles” y como una consecuencia indirecta consuma poco. Sin negarle importancia a esta última idea, los datos que a continuación presento me llevan a pensar que la falta de “jama” tiene más importancia de la que los economistas parecen dispuestos a admitir.

La producción nacional de petróleo y gas natural lleva años estancada y los inversionistas no acaban de morder el anzuelo.

Venezuela, con sus graves problemas, no puede mantener los requerimientos energéticos exponencialmente crecientes de un país cuya élite ansía crecer a ritmo de campeón.

O dicho en otras palabras: ni eliminando todos los obstáculos mencionados por “los apóstoles” lograríamos crecer como el dios Capital manda. ¿Razón principal? Escasez de combustibles.

Con el azúcar y el níquel pasa algo semejante. Los economistas proponen razones sofisticadas para explicar su caída sin darle demasiada importancia a la más evidente de todas: los suelos y las minas están agotados luego de años de explotación intensiva y cortoplacista en busca del añorado crecimiento.

Concluyo:

Los especialistas entrevistados por Terrero divergen en ciertos aspectos pero coinciden en uno esencial: necesitamos crecer y mucho; si hacemos las cosas bien -aseguran- la economía cubana “despegará con fuerza hacia arriba, como los aviones”.

Los venerables doctores pretenden abordar el presente con las herramientas cognitivas del pasado y el pasado les indica eso: crecer. No comprenden que el mundo es finito y ya no puede más, no es posible seguir creciendo sin autodestruirnos. No logran ver el peligro que significa para Cuba seguir, por inercia o colonialismo mental, esa carrera hacia el abismo que pronto se verá truncada.

Deberían dedicar sus esfuerzos mentales a pensar la manera en que vamos a afrontar la crisis y la carencia de combustibles, con seriedad, sin fantasear con las renovables.

Si los especialistas que Raúl consulta para sus decisiones son de la estirpe de “los apóstoles” el fracaso está garantizado.

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