Erasmo Calzadilla
HAVANA TIMES — La agricultura cubana pasa hoy por una de sus crisis recurrentes. ¿Cuál es la causa esta vez?
Un sector ubica el origen en la especulación y el descontrol, pero otros afirman lo contrario: lo que sobran son las regulaciones y la intervención estatal.
¿Qué debemos regular y qué liberar hoy en la economía y la agricultura cubana? No me queda claro, lo único que sé al respecto es que todos los extremos ya se han probado, y son malos.
Ahora, me fascina ver a nuestros profundos analistas asumiendo que es posible y sería magnífico exprimir más el campo para acelerar la producción agrícola. En esta postura encuentras lo mismo a un Machado Ventura, de la alta burocracia del PCC, que a los ranqueados economistas del oficial Centro de Estudio de la Economía Cubana, como Juan Triana y Armando Nova. No faltan, por supuesto, los apasionados defensores de la apertura al capitalismo.
En un post anterior terminé con un par de preguntas “¿Será esta la única opción o acaso la mejor?” Ningún comentador prestó interés a estas interrogantes.
Opino que no es la única y posiblemente no sea la mejor opción; a continuación expongo por qué.
Tengo un pariente agricultor. Hace un tiempecito nos contó maravillado del campo de frijoles fuera de serie que estaba logrando, gracias a los calores y lluvias inusuales en esta época del año. Antier supimos que los inusuales aguaceros de los últimos días destrozaron el sembrado y su entusiasmo.
Los agro-meteorólogos, la FAO lo vienen diciendo desde hace años: “caerán la productividad, la estabilidad y los ingresos agrícolas”. Y no se trata de previsiones para finales de este siglo, sino de ayer.
El año pasado fue de los más calurosos desde que se lleva registro. La temperatura media en Cuba ha aumentado paulatinamente, en el actualidad supera en 0,9 grados Celsius el promedio histórico (las mínimas han subido mucho más), podría parecer poca, pero es una inmensidad.
El nivel del mar ha subido un promedio de 1,4 milímetros anuales, contribuyendo a la temible salinización, que ya afecta el 10% del territorio nacional. La sequía se ha vuelto crónica en el oriente del país; once de las 14 provincias muestran signos de desertificación. Llueve, pero de manera tan intensa e intempestiva que daña los cultivos. La zafra va atrasada por las inesperadas aguas caídas en el actual periodo seco.
La otra gran ausente en el debate generado a propósito de la crisis agrícola es la señorita energía. El capitalismo y luego la Revolución implantaron aquí una agricultura “moderna”, tan ávida de petróleo como de agua. Pero el consumo de oro negro en Cuba declina desde finales de la década pasada, y no precisamente porque nos estemos volviendo eficientes. Desde 2013 el Gobierno no publica estadísticas sobre esta variable, señal de que las cosas van a peor. La mayoría de los países de la región -incluido el nuestro- ya pasaron su pico de extracción y se hundirán, antes o después, en una grave crisis económica, política y social.
Los anuncios turísticos venden a Cuba como una isla tropical de exuberante naturaleza, nada más lejos de la realidad. Nuestros suelos reportan un estado de erosión tan alto que desde 1997 este se considera el principal problema ambiental del país.
Los siguientes datos muestran la magnitud del desastre.
Con semejantes truenos vale preguntarse ¿estará Cuba en condiciones de conseguir el empinado despegue agrícola que necesitamos para satisfacer la creciente demanda y bajar los precios?
Medioambientalistas, agro-meteorólogos y analistas de riesgo que han estudiado la situación energética de nuestro país lo ven poco probable. Pero un piquete formado por economistas de alto rango, funcionarios estatales y la hinchada pro-liberal no ve problema alguno. Si Vietnam pudo ¿por qué nosotros no?
Notas:
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